democraciaAbierta: Opinion

La violencia contra los negros en EE.UU. y Brasil, y su lucha contra el racismo

La violencia, hasta cierto punto, ha dado poder político a los negros norte-americanos, mientras que la no-violencia ha mantenido a sus contrapartes brasileñas ocultas y, en gran medida, ignoradas. Português English

Manuella Libardi
5 junio 2020, 4.46pm
Un hombre lleva una bandera de Brasil manchada de rojo en la espalda durante el 14 de marzo de Conciencia Negra en São Paulo
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NurPhoto/NurPhoto/PA Images

El gran debate de esta semana parece girar en torno a si los disturbios, los saqueos y el uso de la violencia pueden ayudar o perjudicar la lucha por la justicia racial, que parece molestar a la gente mucho más que el tema en cuestión, el asesinato de George Floyd y el racismo sistémico que lo hizo posible.

La respuesta es compleja y complicada, pero la violencia, hasta cierto punto, ha dado poder político a los negros en los Estados Unidos, mientras que la no violencia ha mantenido a sus contrapartes brasileñas ocultas, escondidas y en gran medida, ignoradas.

La forma en que los Estados Unidos y Brasil lidiaron con sus poblaciones descendientes de los africanos que trajeron como esclavos para construir sus colonias y enriquecer a sus élites, fue muy diferente. Los Estados Unidos pertenecen al grupo de naciones que optaron por poner fin a la esclavitud pero segregando a los negros, estableciendo leyes racistas, aunque respaldadas por la Constitución.

Por su parte, Brasil adoptó tesis académicas dudosas – que se remontan al siglo XIX, incluso antes de que se prohibiera la esclavitud– que apoyaban el blanqueamiento racial, en un esfuerzo por eliminar los rasgos y genes africanos del acervo genético brasileño mediante el mestizaje.

El concepto de mestizaje en América Latina fue incorporado a la literatura académica, en particular en la primera mitad del siglo XX, como una alternativa positiva a la segregación étnica y racial y a la deshumanización que en su versión más extrema había conducido al holocausto judío, y que resultó en conflictos violentos en los Estados Unidos durante la era de Jim Crow y en el apartheid sudafricano en los 1950 y 1960.

El consenso académico sobre el mestizaje empezó a cambiar en los últimos años del siglo XX. Con el auge de los discursos multiculturales y las políticas de identidad, la práctica comenzó a ser denunciada por lo que era – un mito para ocultar y apoyar la reproducción de las desigualdades raciales y el racismo sistémico.

Una táctica llevó a la violencia, disturbios, protestas. La otra, a un país donde grandes grupos de personas a menudo ni siquiera se reconocen como negros o indígenas. El patrimonio de sus tradiciones y costumbres fue incorporado a la sociedad sin dar crédito de manera expresa a la cultura negra, negándoles el derecho de orgullo por su raza y herencia en la sociedad en general, más allá de de sus comunidades.

El mestizaje y el mito del daltonismo racial brasileño dio lugar a una población que tiene pocas herramientas para unirse y luchar por sus derechos, en parte porque fueron enseñados y condicionados a ignorar la ascendencia negra que corre por sus venas.

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El artista Micky Doc en frente a un mural para George Floyd en el Muro Internacional de Belfast en Falls Road
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Brian Lawless/PA Wire/PA Images

No es coincidencia que el número de brasileños que se identifican como negros o morenos haya aumentado en el siglo XXI. Este cambio va de la mano del empoderamiento de los movimientos negros en el país, además de las políticas de acción afirmativa que puso en marcha el Estado.

En siete años, entre 2012 y 2018, el número de brasileños que se identificaron como negros - que también incluye a los morenos para el censo - aumentó casi un 30%. Entre 2018 y 2017, el salto fue del 32,2%.

Del mismo modo, el número de brasileños que se identifican como blancos ha ido disminuyendo de forma constante, comenzando más o menos en la misma época. Hasta 2014, la mayoría de los brasileños se identificaron como blancos, mientras que ahora los mulatos (llamados ´pardos’, en Brasil) constituyen la mayoría de la población.

Las políticas gubernamentales de acción afirmativa seguramente tuvieron un rol, pero no sólo porque los ciudadanos pueden beneficiarse directamente de ser negros en lo que respecta al acceso a la educación superior. Adriana Beringuy, investigadora del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), explicó que las personas que reconsideran su raza por la acción afirmativa transmiten esta nueva identidad hacia adelante. Es decir, sus hijos, e incluso los miembros mayores de la familia, asimilan la nueva identidad, creando una reestructuración de la cultura.

Con estos cambios, los movimientos de los negros ganaron más visibilidad, particularmente a la luz del boom de las redes sociales a principios de siglo. Los principales medios de comunicación empezaron a dirigir la atención a temas relacionados con los negros brasileños, que habían sido, en gran medida, ignorados a lo largo de nuestra historia.

La revuelta social ha demostrado ser el único idioma que la mayoría de los estadounidenses blancos entienden ante la desigualdad racial. A los negros brasileños no se les permitió ese idioma

Una policía cada vez más militarizada y violenta ha estado matando indiscriminadamente a los ciudadanos – la gran mayoría negros y pobres – y recientemente ha captado la atención internacional. La brutal matanza de personas en las favelas de todo Brasil, y más notoriamente en Río de Janeiro, a manos de la policía está tan intrincadamente entretejida en la sociedad brasileña como lo están la samba o el fútbol. Lo que cambió es que ahora los negros han alcanzado el mainstream. Los negros están tomando las calles y las redes para mostrar a los no-negros las injusticias impuestas a sus comunidades.

Un caso que atrajo la atención de los medios de comunicación ocurrió tan recientemente como el mes pasado. El 18 de mayo, una semana antes de la muerte de Floyd, tres policías, que supuestamente perseguían a unos sospechosos, irrumpieron en una casa de la favela Salgueiro en Río donde seis primos negros desarmados jugaban juntos. Los oficiales abrieron fuego, disparando a João Pedro Matos Pinto, de 14 años, por la espalda. Los policías se llevaron a João Pedro en un helicóptero, dejando a la familia sin información sobre su paradero o condición. Más de 17 horas después, la familia encontró su cuerpo en la oficina del forense.

Otro caso se dio en septiembre del año pasado. Ágatha Félix, de 8 años, y su madre, regresaban a su casa en Complexo do Alemão, en Río, cuando la policía disparó contra el microbús en que estaban, matando a la niña.

Estos no son incidentes aislados, sino parte de una tendencia escandalosa. En la última década, la policía ha matado a más de 33.000 civiles, de los cuales al menos el 75% eran hombres negros. Ha habido algunas protestas, particularmente dentro de las comunidades más afectadas por esa violencia, pero nada como el alzamiento visto en los Estados Unidos.

Porque por muy divididos, desiguales e injustos que sean los Estados Unidos, los negros americanos han podido organizarse y luchar por la justicia desde hace más tiempo, de una manera más cohesiva. A lo largo del siglo XX, hubo importantes rebeliones en Chicago en 1919, en el barrio de Harlem de Nueva York en 1935, en Detroit en 1943 y en Los Ángeles en diversas ocasiones (1943, 1965, 1992). En casi todos los casos, los disturbios se habían desencadenado por la violencia directa de la policía, o por no intervenir cuando se perpetraba la violencia contra los negros.

La atención del público sólo comenzó a tomar fuerza en el caso Floyd durante el fin de semana – varios días después de que Derek Chauvin presionara su rodilla contra el cuello del ciudadano negro durante casi nueve minutos el 25 de mayo – cuando negros y blancos tomaron las calles de Minneapolis y otras ciudades de los Estados Unidos. La revuelta social ha demostrado ser el único idioma que la mayoría de los estadounidenses blancos entienden ante la desigualdad racial. A los negros brasileños no se les permitió ese idioma, y les ha costado siglos de asesinatos sistemáticos, ocultos a plena luz del día.

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