La conferencia vía Zoom más larga del planeta se ha puesto en marcha en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Como es habitual, Brasil fue el primer país en pronunciar un discurso en su apertura, el 22 de septiembre. Y, como era de esperar, el presidente Bolsonaro salió embalado, apuntando a enemigos reales e imaginarios.
Aunque se movió sin contemplaciones de un tema a otro, algunos temas destacaron. Fue un discurso para presumir y aparentar. También fue un ataque a toda máquina contra los medios de comunicación y contra cualquiera que se atreva a estar en desacuerdo con él. La intervención de Bolsonaro fue también carnaza para sus más fervientes seguidores, muchos de los cuales desconfían de instituciones globales como Naciones Unidas y les encanta ver a su querido líder propinar una buena tunda a los globalistas.
Bolsonaro comenzó en un terreno familiar, recordando a sus colegas mundiales que, a pesar de toda la publicidad negativa, Brasil está "abierto a los negocios". Afirmó que bajo su administración el país registró flujos de inversión extranjera sin precedentes, pero en realidad ocurre todo lo contrario.
También elogió al poderoso sector agroindustrial del país, un soporte clave del presidente que, según él, está alimentando a más de una sexta parte de la población mundial. En ocasiones, Bolsonaro se salió de su zona de confort, incluso en cuestiones relacionadas con la economía digital, la inteligencia artificial y la protección de datos.
Su intervención se volvió cada vez más desafiante a medida que se sumergía en los dos temas que amenazan con derrocar a su administración. El primero es su manejo de la pandemia de la Covid-19, descrita por todo el mundo como una de las más desastrosas del planeta. Brasil tiene actualmente la tercera tasa de infección más alta del mundo y han muerto más médicos y enfermeras a causa de la enfermedad que en cualquier otro lugar del planeta. A pesar de presidir un sistema de salud pública de alta calidad, Bolsonaro perdió el control. Si bien afirmó que su gobierno delegó la responsabilidad de responder a la pandemia a los estados, omitió mencionar que él atacó y persiguió personalmente a los gobernadores en todo momento.
Bolsonaro reiteró su afirmación de que las respuestas a la Covid-19 deben combinar la salud de la población con los imperativos de la economía. Sin embargo, Bolsonaro se destaca por su enfoque singularmente divisivo: minimiza la amenaza de la enfermedad que describe como una "pequeña gripe" y anima a sus partidarios a desobedecer los consejos de salud pública que podrían prevenir su propagación.
En su discurso amonestó a los medios de comunicación por politizar el virus, acusándolos de fomentar el "caos social". Si bien es cierto que su gobierno está proporcionando un subsidio inmensamente popular a más de 65 millones de brasileños pobres, esta no fue una idea originalmente suya. De hecho, se opuso firmemente a ella hasta que reconoció los dividendos políticos que podrían (y de hecho así lo hicieron) entregar.
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