democraciaAbierta: Opinion

Bolsonaro ataca a enemigos reales e imaginarios en la Asamblea General de la ONU

El suyo fue un discurso dirigido directamente a los inversores extranjeros y a sus partidarios nacionales. El presidente brasileño ha visto crecer sus apoyos de encuestas en los últimos meses, pero dependerá de estos dos grupos para capear los temporales que se avecinan.

Robert Muggah
23 septiembre 2020, 9.59am
Al menos el 12% del Pantanal brasileño (16.500 km2, o casi el tamaño de Kuwait) - bioma con una de la mayor diversidad de mamíferos y aves del planeta - ha sido destruida por los incendios en los últimos dos meses. Imagen del Mato Grosso, Brasil, Agosto 2
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Gustavo Basso/NurPhoto/PA Images

La conferencia vía Zoom más larga del planeta se ha puesto en marcha en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Como es habitual, Brasil fue el primer país en pronunciar un discurso en su apertura, el 22 de septiembre. Y, como era de esperar, el presidente Bolsonaro salió embalado, apuntando a enemigos reales e imaginarios.

Aunque se movió sin contemplaciones de un tema a otro, algunos temas destacaron. Fue un discurso para presumir y aparentar. También fue un ataque a toda máquina contra los medios de comunicación y contra cualquiera que se atreva a estar en desacuerdo con él. La intervención de Bolsonaro fue también carnaza para sus más fervientes seguidores, muchos de los cuales desconfían de instituciones globales como Naciones Unidas y les encanta ver a su querido líder propinar una buena tunda a los globalistas.

Bolsonaro comenzó en un terreno familiar, recordando a sus colegas mundiales que, a pesar de toda la publicidad negativa, Brasil está "abierto a los negocios". Afirmó que bajo su administración el país registró flujos de inversión extranjera sin precedentes, pero en realidad ocurre todo lo contrario.

También elogió al poderoso sector agroindustrial del país, un soporte clave del presidente que, según él, está alimentando a más de una sexta parte de la población mundial. En ocasiones, Bolsonaro se salió de su zona de confort, incluso en cuestiones relacionadas con la economía digital, la inteligencia artificial y la protección de datos.

Su intervención se volvió cada vez más desafiante a medida que se sumergía en los dos temas que amenazan con derrocar a su administración. El primero es su manejo de la pandemia de la Covid-19, descrita por todo el mundo como una de las más desastrosas del planeta. Brasil tiene actualmente la tercera tasa de infección más alta del mundo y han muerto más médicos y enfermeras a causa de la enfermedad que en cualquier otro lugar del planeta. A pesar de presidir un sistema de salud pública de alta calidad, Bolsonaro perdió el control. Si bien afirmó que su gobierno delegó la responsabilidad de responder a la pandemia a los estados, omitió mencionar que él atacó y persiguió personalmente a los gobernadores en todo momento.

Bolsonaro reiteró su afirmación de que las respuestas a la Covid-19 deben combinar la salud de la población con los imperativos de la economía. Sin embargo, Bolsonaro se destaca por su enfoque singularmente divisivo: minimiza la amenaza de la enfermedad que describe como una "pequeña gripe" y anima a sus partidarios a desobedecer los consejos de salud pública que podrían prevenir su propagación.

En su discurso amonestó a los medios de comunicación por politizar el virus, acusándolos de fomentar el "caos social". Si bien es cierto que su gobierno está proporcionando un subsidio inmensamente popular a más de 65 millones de brasileños pobres, esta no fue una idea originalmente suya. De hecho, se opuso firmemente a ella hasta que reconoció los dividendos políticos que podrían (y de hecho así lo hicieron) entregar.

Bolsonaro afirmó estar siendo atacado por una campaña que intenta desacreditar a su gobierno. Sin embargo, es su propia administración la que ha erosionado sistemáticamente la legislación ambiental y no ha obligado a cumplir las sanciones por delitos ambientales.

Donde Bolsonaro pareció más desafiante fue en el tema del medio ambiente. Y no sin una buena razón: se enfrenta a una tormenta de críticas por su mal manejo de los incendios del Amazonas y el Pantanal y los crecientes niveles de deforestación ilegal. Durante su intervención, Bolsonaro se ofendió y criticó a los medios de comunicación y a las organizaciones no gubernamentales acusándolas de exagerar la desastrosa gestión de la crisis por parte de su gobierno. Afirmó estar siendo atacado por una campaña que intenta desacreditar a su gobierno.

Sin embargo, es su propia administración la que ha erosionado sistemáticamente la legislación ambiental y no ha obligado a cumplir las sanciones por delitos ambientales. Bajo su supervisión, el despojo ilegal de tierras para el cultivo o la ganadería, la deforestación ilícita y la minería salvaje, se han disparado. Las poblaciones indígenas, a las que dice apoyar con ayudas de socorro, se enfrentan a una avalancha de enfermedad, incendios y delincuencia.

Es cierto que Brasil fue el en pasado un punto de referencia internacional para la protección del medio ambiente, pero este ya no es el caso bajo Bolsonaro. De hecho, en su discurso Bolsonaro se empeñó esencialmente en negar que hubiera algún tipo de problema con los incendios forestales o el despojo de tierras, a pesar de que se han alcanzado niveles no vistos en décadas. Culpó erróneamente a los pueblos indígenas y los agricultores locales de provocar incendios, así como al "exceso de materia orgánica", a pesar de la evidencia de que los principales culpables son los grandes terratenientes y los ganaderos.

El presidente brasileño dijo que su gobierno estaba haciendo cumplir las leyes cuando, en realidad, solo se hace cumplir una pequeña fracción de las sanciones y multas. Alabó su respuesta coordinada, cuando de hecho entidades clave como IBAMA, FUNAI e INPE han sido radicalmente degradadas y desfinanciadas.

Tras un aluvión de ataques contra sus enemigos, Bolsonaro concluyó con un saludo a su base, afirmando una vez más que Brasil es una nación soberana, fundada en profundos valores cristianos. Criticó la creciente "cristianofobia", un término misterioso, y reafirmó la importancia de las libertades religiosas, lo que seguramente complacerá a sus partidarios evangélicos.

No es sorprendente que Bolsonaro también elogiara a Donald Trump, especialmente el plan de paz del cuñado del presidente de Estados Unidos en el Medio Oriente. En última instancia, el suyo fue un discurso dirigido directamente a los inversores extranjeros y a sus partidarios nacionales. Si bien el presidente de Brasil ha visto crecer sus apoyos en las encuestas de los últimos meses, dependerá de ambos grupos el que sea capaz de para capear los temporales que se avecinan.

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