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Con los últimos ataques de Anonymous, comienzan los juegos digitales en Río

El grupo hacktivista ha incrementado significativamente sus ataques cibernéticos contra los Juegos Olímpicos. Pero, ¿podría una respuesta de mano dura poner en riesgo las libertades digitales de todo el mundo? English

Nathan B.Thompson Robert Muggah
17 agosto 2016
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Captura de pantalla, 12.08.2016 "Olá, Río de Janeiro." Así empezaba la página Facebook de Anonymous Brasil el pasado 5 de agosto, pocas horas  antes de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. El colectivo hacktivista procedió luego a denunciar al gobierno brasileño por ocultar al mundo, detrás del resplandor de los Juegos, las áreas de pobreza generalizada que hay en la ciudad, los crueles desalojos, la violencia policial y la represión de los manifestantes.

Inmediatamente después de que Anonymous hubiese publicado su declaración, se desencadenó una oleada de denegación de acceso (DDoS) a los sitios web estatales y municipales. El grupo se jactó de haber hecho caer de la red por lo menos a cinco sitios, incluyendo www.brasil2016.gov.br, www.rio2016.com, www.esporte.gov.br, www.cob.org.br y www.rj.gov.br. Anonymous da cuenta de sus hazañas usando los hashtags #OpOlympicHacking, #Leaked y #TangoDown, algunos de ellos creados ya hace algunos meses.

Desde entonces, las caídas de páginas web se han venido reproduciendo de manera veloz y severa. El 8 de agosto, seis sitios fueron tumbados, incluyendo el departamento de policía militar de Río de Janeiro, el Instituto de Seguridad Pública, las brigadas de recogida de basura municipal y un programa comunitario de Internet. A través de su canal Facebook de noticias, Anonymous proporciona actualizaciones sobre quién viene a continuación.

No es esta la primera vez que el gobierno brasileño se ha visto en el punto de mira de Anonymous. Durante las protestas públicas generalizadas que se extendieron por todo el país en 2013, se relacionó al colectivo con una serie de ataques contra sitios web oficiales, tanto de agencias gubernamentales como de empresas privadas. Ataques similares fueron reportados en 2014, durante en el período previo al Mundial de Futbol. Utilizando el hashtag #OpWorldCup, los hackers tumbaron la Agencia Brasileña de Inteligencia, el Ministerio de Justicia, el Ministerio de Deporte y grandes empresas como el grupo Unidos, Hyundai y el grupo Globo.

El último golpe digital propinado por Anonymous es, sin duda, uno de los más potentes. El grupo parece haber hackeado y filtrado datos personales y financieros de varias asociaciones deportivas nacionales, incluida la Confederación Brasileña de Pentatlón Moderno (pentatlo.org.br), la Confederación Brasileña de Balonmano (brasilhandebol.com.br), la Confederación Brasileña de boxeo (cbboxe.com.br) y la Confederación Brasileña de Triatlón (cbtri.org.br).

Anonymous también afirma haber hackeado las cuentas privadas de personas que sospecha que son corruptas. Las principales de ellas son el alcalde de Río, Eduardo Paes, el gobernador del estado de Río de Janeiro, el Secretario de Deportes y un puñado de hombres de negocios. Algunos de ellos ya habían sido blanco de los hacktivistas hace unos meses. Esta última oleada de ataques está teniendo lugar pese a que el gobierno había garantizado que había apuntalado sus defensas de cyber-seguridad, precisamente para proteger a las personas contra de este tipo de ataques.

Anonymous no sólo apunta a mega-eventos como los Juegos Olímpicos y el Mundial de Futbol. A principios de este año, el grupo bloqueó varios sitios web del gobierno, después de que un fallo judicial bloqueara temporalmente WhatsApp, el popular servicio de mensajería cifrada. Anonymous bloqueó temporalmente numerosos sitios del gobierno en el estado de Sergipe (donde se originó la orden judicial de bloquear WhatsApp), incluyendo el sitio web del máximo tribunal de ese estado. El grupo hacktivista dijo explícitamente que estas acciones se ejecutaron en represalia por la prohibición. Y este mes de abril, el grupo penetró una base de datos de Anatel, el regulador de telecomunicaciones nacional de Brasil, extrayendo con éxito información sensible.

Pero entonces, ¿qué quieren Anonymous y otros hacktivistas como ellos? La respuesta no es sencilla. Para algunos, se trata de enviar un mensaje ideológico y político fuerte al gobierno y a los grupos empresariales. Es un mensaje de protesta online, en lugar de un delito cibernético más convencional. Otros están motivados por el "lulz" (una corrupción de LOL, por “laugh out loud” (reírse a carcajadas). Cualesquiera que sean los objetivos de hacktivistas durante Río 2016, está claro que los juegos (digitales), acaban sólo de empezar.

Anonymous no es el único grupo involucrado en mal comportamiento cibernético. Brasil es el segundo país más afectado en el mundo (después de Rusia) cuando se trata de fraude cibernético y de malware. Un estudio reciente identificó más de 3.800 sitios web maliciosos que utilizan el dominio .gov.br, y que se pusieron en marcha para atacar a burócratas y funcionarios del gobierno relacionados con los Juegos de 2016. No es de extrañar, entonces, que Brasil tenga una legislación de vigilancia de alto voltaje.

No faltan oportunidades para los aspirantes a ciberdelincuentes. Por ejemplo, Brasil tiene más cajeros automáticos per cápita que la mayoría de los países europeos, entre ellos Francia, Alemania y el Reino Unido. Los cajeros automáticos, así como los restaurantes, tiendas y comercios, son la zona cero durante los Juegos Olímpicos para la clonación de tarjetas de crédito, para las estafas clonadas y para el uso de técnicas más sofisticadas, como la interceptación de radiofrecuencia.

No es sorprendente que el gobierno brasileño esté tomando medidas. El Congreso ha promovido una cruzada contra la ciberdelincuencia e impulsado la legislación de vigilancia, incluyendo proyectos de ley que, de ser aprobados, harán que sea más fácil a los fiscales y a la policía acceder a datos personales sin una orden judicial. Y la nueva ley antiterrorista brasileña, que fue utiliza por primera vez el mes pasado para capturar a 12 presuntos simpatizantes brasileños del ISIS, ya otorga a amplias facultades las autoridades para identificar y perseguir el terrorismo, a expensas de la libertad de expresión y de la protesta legítima.

Incluso antes de que estos proyectos de ley contra la ciberdelincuencia y a favor de la lucha contra el terrorismo entrasen en vigor, la arquitectura brasileña de vigilancia ya había sido considerablemente desplegada. Esto se debió en parte a la herencia de la dictadura militar de 1964-1985. Varias agencias gubernamentales tienen ya la autorización para acceder y controlar los datos personales de los ciudadanos. Los hacktivistas pueden estar seguros de que las autoridades están utilizando todos los medios a su disposición para conseguir controlar mejor las motivaciones, estrategia y estructura organizativa de Anonymous.

Los servicios legales y de seguridad brasileños han estado monitoreando activamente Anónimos y otros grupos hacktivistas en los últimos años, tanto online como offline. Mientras tanto, los activistas digitales afirman que han sido visitados por la policía federal y algunos han sido encarcelados, a veces de forma preventiva. Operaciones similares se están ya produciendo en otros lugares, no sólo en Brasil. El peligro es que los esfuerzos de mano dura para suprimir grupos como Anonymous podrían poner en riesgo las libertades digitales de todo el mundo.

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