La Convención Constitucional chilena terminó su trabajo durante los primeros días de julio y entregó un borrador de nueva Constitución que intenta hacerse cargo de varias heridas del país: entre ellas está el profundo centralismo que ha marcado la política, economía y el desarrollo nacional. La concentración del poder en la capital y la inequidad con el resto de las regiones son una de las demandas más sentidas de la ciudadanía, desde hace décadas.
Con ese diagnóstico en mente, el órgano constituyente se obligó a sí mismo a incluir una fuerte mirada regional e incorporó en sus primeros reglamentos el deber de sus constituyentes de desplazarse a lo largo del territorio para sesionar y conocer otras experiencias fuera de la ciudad de Santiago. De esa forma nacieron las “semanas territoriales”, que iniciaron como un período de siete días por mes para que los convencionales regresen a sus distritos correspondientes con el fin de compartir con la ciudadanía las principales dudas e ideas del proceso.
Este mecanismo ya existe en el Poder Legislativo actual, pero a los convencionales se les puso como requisito entregar un informe sobre sus actividades en esa semana, fuera del edificio donde funciona la Convención. Pero la Convención Constitucional innovó al establecer en reglamento la obligación para el plenario completo del órgano de sesionar en regiones alejadas de la capital al menos dos veces; y el mismo requisito para algunas comisiones, como la Comisión de Forma de Estado, que fue la que terminó diseñando el “Estado regional” que reemplazaría al modelo del actual “Estado unitario”, si la ciudadanía aprueba la nueva Constitución en septiembre.
Las lecciones aprendidas
En concreto, toda la Convención salió de la capital en dos oportunidades: primero a la Región del Biobío, a 500 km hacia el sur del país; y luego a la Región de Antofagasta, a 1.300 km. Las comisiones viajaron varias veces más.
Esos traslados y las actividades realizadas en cada zona le mostraron un Chile invisibilizado a muchos constituyentes, lo que derivó en el aprendizaje de primera fuente sobre qué problemas afectan a los ciudadanos en esos lugares en específico y cómo integrar aquellos dolores a la propuesta de nueva Constitución.
Ingrid Villena, constituyente independiente de Pueblo Constituyente, relata que una de las actividades que más la marcó fue un viaje a una cárcel en la provincia de Arauco, Región del Biobío.
“Pudimos conocer en primera persona a mujeres que estaban lactando con sus bebés ahí, y nos enteramos de la cruda realidad, que había niños que nacen en la cárcel y, después de dos años, si no tienen ningún familiar responsable, son derivados a residencias del Servicio Nacional de Menores. Eso también nos ayudó para (considerar en la propuesta) que las niñeces no estén privadas de libertad desde los inicios de su vida”, cuenta Villena.
Para la Comisión de Forma de Estado también fue relevante moverse a lo largo del país. Como cuenta la convencional de Movimientos Sociales Constituyentes, Elisa Giustinianovich, cuando esa instancia determinó impulsar un “Estado regional”, los constituyentes buscaron reafirmar esa decisión mediante el contacto con la ciudadanía.
“Ese cambio audaz necesitaba ser reafirmado desde las voces de miles de chilenas y chilenos que tuvimos la oportunidad de escuchar a través de todas estas salidas, que nos decían ‘necesitamos autonomía, tomar decisiones en nuestros territorios y recursos para ejecutar las políticas públicas’, dice Giustinianovich.
“Uno puede tomar una decisión política acá, en este espacio cerrado, pero si no hay un respaldo ciudadano fuerte, es difícil que los votos concurran en el plenario”, agrega la convencional.
Acercarse a la ciudadanía y fortalecer los lazos
También, las constituyentes consultadas para este artículo consideran que hubo otros beneficios en estos viajes, como por ejemplo acercarse a los demás colectivos políticos y compartir tiempo y espacio en otros contextos. Esos acercamientos fueron clave para afianzar relaciones en un órgano que debió concretar cientos de acuerdos para aprobar normas constitucionales, en prácticamente 10 meses.
“Yo creo que, más que contar lo que aprendimos en esos viajes, se trata de cómo nos recibe la ciudadanía. Las personas siempre hemos sentido la política muy lejana a nosotros, y cuando tú ves que a tu ciudad no llega sólo un sector político, o no es sólo la persona por la que tú votaste, ahí hay un espaldarazo importantísimo”, comenta la convencional independiente Alejandra Pérez.
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