Para la doctora en Derecho de la Universidad Austral, Viviana Ponce de León, es difícil plantear “lecciones” mientras no se realice un análisis profundo sobre las razones de lo que ocurrió, pero “una posible lección a extraer del proceso recién concluido es que reservar la participación de la ciudadanía para un plebiscito final en el que deba emitir un pronunciamiento binario -apruebo/rechazo- sobre un texto jurídico extenso y complejo parece no ser la estrategia más adecuada”.
“Es necesario pensar en caminos alternativos para involucrar de forma continua a la ciudadanía en un eventual nuevo proceso constituyente”, asegura la académica.
La ex constituyente y artista Malucha Pinto remarca que algo que aprendió durante el trabajo de la Convención fue que la falta de participación es un problema serio. “Todo lo que va construyendo el poder no tiene legitimidad alguna, deja de ser significativo, no representa nada para nadie y sin embargo va funcionando y se van tomando decisiones, y van construyendo un mundo al que no pertenece nadie. Eso está haciendo una crisis profunda”, asevera.
Los mínimos para seguir la conversación
El proyecto de nueva Constitución que se rechazó en septiembre abordaba una lista de materias innovadoras para un texto de esa índole, incluso a nivel mundial, y avanzaba en la consagración de derechos y declaraciones que hace tiempo defienden los sectores progresistas, como un Estado social democrático de derecho.
Varios puntos no tuvieron sentido para la ciudadanía, lo que se expresó en el rechazo a la propuesta, pero en la conversación para continuar el proceso constituyente ya han surgido algunos mínimos a los que debería aspirar una nueva Constitución en esta segunda y última oportunidad.
“Parece lógico asumir como mínimos a recoger aquellos tópicos en los que no parece haber mayor desacuerdo político. Entre ellos se encuentran el Estado social y democrático de derecho, la ampliación de los derechos fundamentales, la paridad de género y la protección del medio ambiente”, plantea Ponce de León.
También se ha mencionado la descentralización, que hace décadas es una demanda en Chile, y alguna forma de reconocimiento a la existencia de pueblos indígenas. En esto hay consenso desde la derecha hasta la izquierda, pero la forma que tomarán esos temas en un nuevo texto será la clave para lograr un acuerdo. Diversos académicos y políticos han señalado que en esta oportunidad, la Carta Magna será mucho más “modesta” y no aspirará a transformaciones tan profundas.
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