A pesar de estos avances tecnológicos, siguen existiendo problemas que dificultan la descarbonización, tanto inmediatos como a largo plazo. La competencia de los aerogeneradores de China ya se deja sentir en la industria europea, que se enfrenta a presiones inflacionistas como la mayoría de los sectores de la ingeniería. Pero el problema a más largo plazo va mucho más allá de los aerogeneradores, los paneles solares, los sistemas de corrientes marinas u otros sistemas de energía renovable.
Es la determinación de algunos de los mayores explotadores de carbono fósil del mundo, especialmente Arabia Saudí, de continuar a toda máquina con sus planes de desarrollar mercados de carbono fósil. Tal y como lo expresaba esta semana The New York Times de forma contundente: "El reino está trabajando para mantener los combustibles fósiles en el centro de la economía mundial durante las próximas décadas, presionando, financiando la investigación y utilizando su fuerza diplomática para obstruir la acción climática".
Desde que la prevención del colapso climático se convirtió en un problema hace cuatro décadas, las corporaciones de carbono fósil y los estados productores han invertido cientos de millones de dólares en sus esfuerzos por echar por tierra todo el asunto. Estos esfuerzos se han intensificado en los últimos años, ya que la escala de descarbonización necesaria, y el riesgo para sus beneficios, se han hecho tan evidentes.
La COP27 demostró el poder que sigue teniendo el lobby del carbono fósil, de ahí su fracaso en esta cuestión central, pero los tiempos están cambiando y una combinación de acontecimientos de ruptura climática, locales y regionales hasta ahora, la disminución de los costes de la descarbonización y, sobre todo, el impacto de la acción pública directa se combinan para hacer que un cambio rápido sea cada vez más probable.
La acción directa puede resultar ser la más importante. Siempre vale la pena recordar que algunos de los cambios sociales positivos más significativos de los últimos 120 años han tenido fuertes elementos de acción directa no violenta detrás de ellos. Los grupos de sufragio femenino, el impacto del pensamiento gandhiano en la India sobre la descolonización, el movimiento por los derechos civiles en EE.UU. y los movimientos de acción ciudadana en toda Europa del Este a finales de la década de 1980 son poderosos recordatorios de lo que se puede lograr.
Puede que las industrias del carbono fósil confíen en que pueden continuar indefinidamente, pero quizás no puedan. Tal vez los fracasos de la COP27 provoquen, en cambio, un mayor apoyo a las alternativas obvias. Si es así, debe ocurrir en lo que queda de esta década.