
Policías estacionados cerca del cuerpo de un hombre tiroteado y muerto cerca del Estadio de Maracaná, tras la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, el sábado 6 de agosto, 2016. (AP Photo/David J. Phillip) Todos los derechos
Las armas matan. Los impactos de bala en el hueso o en la piel humana pueden ser devastadores. Los que sobreviven, se enfrentan a daños físicos y psicológicos permanentes. Si cada muerte por arma de fuego resulta trágica, entonces Río de Janeiro está viviendo una tragedia de dimensiones monumentales. Como las muertes por arma de fuego son del todo prevenibles, la situación es aún más espantosa.
La buena noticia es que, tras su momento álgido en los años 90, la violencia por arma de fuego se ha reducido en Río de Janeiro. La mala es que, según los estándares globales, la situación es desastrosa. En 2015, hubo 4.197 homicidios intencionados en un estado que cuenta con 15 millones de residentes, una tasa de alrededor de 25 asesinatos por 100.000 habitantes.
Alrededor de 1.200 de estos asesinatos ocurrieron en la capital del estado, Río de Janeiro, sede de los juegos olímpicos 2016. La mayoría de estas muertes se debieron a peleas entre bandas rivales, pequeños delincuentes y violencia doméstica. Como lo muestran informes recientes de Amnesty International y de Human Rights Watch , un número no despreciable (sobre 644 en 2015) fue el resultado de la intervención de la policía.
La inmensa mayoría de las víctimas de homicidio en Río murieron a causa de las heridas provocadas por disparos. En 2015, más del 71% de los crímenes en ese estado fueron comedidos con armas de fuego. ¿Qué tipo de armas son las que están matando? Una inspección de armas y municiones decomisadas por los departamentos de policía civil y militar de Río de Janeiro proporciona alguna luz sobre el asunto.
Un poco por encima del 80% de las armas intervenidas por las fuerzas del orden en 2015 fueron revólveres y pistolas. El resto estuvo compuesto por una retahíla de fusiles y carabinas. Menos de un uno por ciento comprendían sub-fusiles y rifles automáticos y semi-automáticos. Entre enero y mayo del 2016, 3.943 armas de fuego fueron requisadas por la policía, la mayoría de las cuales han sido pistolas y revólveres.
Estas últimas tendencias son claramente consistentes en el tiempo. La policía intervino algo más de 154.000 armas de fuego entre 2001 y 2014. La cifra récord de decomisos de armas en Río de Janeiro se produjo en 2003, año en que más de 15.000 armas fueron retiradas de las escenas del crimen. Entre 2008 y 2014, los números oscilaron entre 7.000 y 9.000 por año. El porcentaje de las armas que resultaron ser pistolas y revólveres sobrepasó el 80%, mientras que menos del 2% resultó ser armamento más pesado.
Es importante identificar qué tipo de armas se utilizan para cometer crímenes. Contrariamente a lo que sostienen algunos funcionarios gubernamentales, la mayoría de las armas utilizadas en homicidios se obtuvieron en Río de Janeiro y en estados colindantes, y no en los países vecinos. Si bien muchas de las armas decomisadas presentan sus números de serie físicamente borrados por un dueño anterior, las tres cuartas partes de aquellos que conservan sus marcas intactas pueden ser reconocidos como pertenecientes a un reducido número de empresas privadas y propietarios civiles registrados en Río de Janeiro.
De manera rutinaria, hay armas que son escabullidas o robadas de los arsenales de la policía y las fuerzas armadas brasileñas, aunque en pequeñas cantidades. Por ejemplo, la policía brasileña ha denunciado pérdidas de pistolas Colt (.223) y Taurus (0.40), mientras que se han recuperado rifles FN (7.62) registrados como pertenecientes a de los marines brasileños. Existen relativamente pocos casos documentados sobre armas y municiones de tipo militar circulando por ahí, pero aún así, representan un riesgo. De acuerdo con algunas fuentes, las fuerzas armadas brasileñas han estimado un excedente de unas 800.000 armas de fuego en stock.
El calibre y la antigüedad de las armas requisadas por agentes de seguridad también esclarecen el camino recorrido hasta llegar a manos del asesino. Hace tiempo que los analistas saben de la existencia de un vivo comercio de armas de fuego en Brasil provenientes de países vecinos como Argentina, Bolivia, Colombia y, de manera más significativa, Paraguay. Sorprendentemente, los servicios de inteligencia de la policía nunca han registrado una sola arma de fuego proveniente de Venezuela, a pesar del hecho de que ese país es, presumiblemente, un importante fabricante de AK-47s.
El caso de Paraguay viene de lejos. A mediados de los años 90, la policía federal de Brasil registró un acusado aumento del tráfico de armamento fabricado en Paraguay. Esto iba asociado a un aumento masivo de las importaciones legítimas procedentes de Brasil entre 1994 y 1997. Paraguay importó 65.718 armas de fuego en 1995, 58.253 en 1996 y 34.752 en 1997 –superando ampliamente sus necesidades domésticas. Brasil declaró una moratoria formal, que acabó provocando una caída inmediata en el tráfico de armamento brasileño. Sin embargo, todavía hoy hay informaciones de que persiste una actividad de tráfico de armamento como la descrita.
De hecho, la mayoría de las armas incautadas en el estado de Río de Janeiro fueron fabricadas originalmente en Brasil. La fuente más importante de suministro es el fabricante de armas más grande de Brasil: Taurus. En el año 2015, el Secretario de Seguridad Pública estimó que alrededor del 40% de todas las armas incautadas procedían de esta empresa, ubicada en Porto Alegre. Otros grandes fabricantes de armas brasileños como Rossi e Imbel no le van muy a la zaga, y representan una proporción significativa de las armas incautadas. Armas procedentes de Argentina, Austria, Bélgica, China la Republica Checa, Alemania, Israel, España, Turquía y, claro está, los Estados Unidos, están también bien representadas.
Los datos sobre armas de fuego son confusos y resulta muy difícil conseguir cifras fiables. Nadie sabe cuántas armas hay registradas oficialmente en el país. La mejor estimación nos habla de hasta 17,6 millones de armas de fuego en circulación, de las cuales al menos la mitad son ilegales, pero resulta difícil estar seguros de esto.
Una de las razones de esta incertidumbre es que el Sistema Nacional de Armas de Fuego y el Sistema de Gestión Nacional de Armamento Militar aún no están del todo operativos todavía. Complicando las cosas, se suponía que el Estatuto de Desarme que se ratificó como ley en el año 2003 mejoraría el registro de armas y la investigación pero, desde el principio, las autoridades estatales y los activistas a favor de la tenencia de armas se resistieron a la implementación de la ley.
Un paso clave para prevenir la violencia armada es reconocer honestamente el alcance y la escala del problema. Demasiado frecuentemente, las autoridades acusan al tráfico transfronterizo, cuando en realidad la fuente de las armas de fuego está mucho más cerca de casa. Si bien Río de Janeiro ha conocido algunas mejoras en la seguridad pública desde 2009, las autoridades y los ciudadanos no pueden complacerse. Como mínimo, hace falta inversión para mejorar la recolección de datos sobre armas de fuego, y que esa información se haga pública.
La policía militar, federal y civil, en particular, debe compartir los datos y mejorar el rastreo de las armas de fuego y las municiones. Todos los cuerpos de seguridad deben también reforzar urgentemente sus arsenales para evitar fugas. Y lo más importante de todo: el Estatuto de Desarme del 2004 debe ser reforzado, y no disuelto a la baja.
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