Colombia es un territorio con un largo historial de violencia y destrucción del medioambiente. Los líderes ambientales han sido sistemáticamente asesinados en el país durante décadas. Según un informe de Global Witness, entre 2002 y 2021, Colombia tuvo el mayor número de defensores ambientales asesinados en el mundo, con al menos 357 defensores muertos entre 2009 y 2022.
No parece que estas cifras vayan a decrecer mientras continúe la actual dinámica de violencia y la destrucción medioambiental, a pesar de múltiples declaraciones oficiales de que se va actuar para cambiarla.
El asesinato de defensores ambientales en Colombia es síntoma de la persistencia de un conflicto antiguo y más amplio que vive el país desde hace décadas, que no quedó del todo resuelto con la firma en 2016 de los acuerdos de paz con las FARC, y que hace que el Estado colombiano no sea capaz de estar presente en amplias zonas del país.
La ausencia del Estado se traduce en la inoperancia del Ejército, de las fuerzas de seguridad y de la justicia en territorios donde prolifera la violencia contra los defensores del medio ambiente. Allí, la persistencia de economías ilegales vinculadas al narcotráfico y la minería ilegal manejadas por actores no estatales, incluidos guerrilleros del ELN, disidencias de las FARC, paramilitares y cárteles de la droga hace que las comunidades afectadas sufran la violencia de manera impune.
En consecuencia, la actividad de grupos armados dedicados a la explotación ilegal de los recursos naturales, como extracción de oro y minerales, la pesca ilegal, la deforestación y el acaparamiento de tierras imponen su ley por la fuerza de las armas, de manera que los activistas medioambientales, que siguen trabajando para proteger el territorio de la explotación, están pagando un alto precio por sus esfuerzos.
Si bien en los últimos años el gobierno colombiano ha tomado algunas medidas para proteger a los activistas medioambientales, como la firma del Acuerdo de Escazú o la creación de una Unidad Nacional de Protección para ofrecer seguridad a los activistas en peligro de asesinato, sobre el terreno la violencia, indiferente a estas acciones, persiste y prolifera.
El asesinato de activistas medioambientales tiene fines disuasorios y ha creado un clima de miedo para quienes intentan proteger a sus comunidades y al medio ambiente. Según un informe de la Comisión Colombiana de Juristas, entre el 1 de enero de 2016 y el 31 de octubre de 2019, 131 activistas medioambientales fueron asesinados en Colombia. Este informe también señala que la inmensa mayoría de estos asesinatos no fueron investigados ni castigados. Los departamentos más afectados fueron Cauca y Valle del Cauca, con 35 y 31 asesinatos respectivamente. Pero también en zonas de los departamentos del Putumayo y de Nariño la situación es insostenible.
Los riesgos de informar desde el territorio
Además de las dificultades de acceso a territorios controlados por actores no estatales, uno de los principales problemas a la hora de informar sobre la Amazonía colombiana son las amenazas, a menudo de muerte, a los periodistas. Algunos trabajos de investigación realizados en departamentos de la Amazonía colombiana, que ponen en evidencia injusticias e ilegalidades, se ven frenados y silenciados por la coyuntura de acoso e intimidación que prevalece, según informa El País.
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