
Defensores de los cerros sagrados en la Amazonía colombiana: saberes en riesgo
En Vaupés, Amazonía colombiana, los indígenas se aferran a sus creencias para protegerse de la minería. Una concesión para la explotación de coltán tiene en vilo a tres comunidades: hay líderes amenazados y su derecho a la consulta previa no fue respetado. Parte 3 de 4. English

Un puñado de guardianes indígenas vigila la selva para evitar una de las tragedias que los abuelos ven en sus sueños: la destrucción de sus “casas sagradas”, los cerros. Un joven líder recuerda el día que se irrumpió la tranquilidad en su comunidad al enterarse de que su territorio fue concesionado por treinta años para extraer coltán, uno de los minerales más escasos y preciados por las grandes industrias tecnológicas del mundo para la fabricación de celulares, computadores y dispositivos electrónicos. En África, la República Democrática del Congo tiene la mayor cantidad de reservas del considerado nuevo ‘oro negro o azul’. En América Latina hay minas en Venezuela y en Colombia.
Con rezos, danzas y cantos los indígenas hacen resistencia contra la minería. Una concesión de coltán amenaza los saberes de etnias amazónicas.
En Timbó de Betania, uno de los sabedores que cuida los cerros, pero con rezos, es el abuelo Reimundo Montalvo. Tiene 74 años y pertenece a la etnia Desano. Se encuentra en la maloca, de techo ancho y caído hasta el suelo, construida en madera y hojas secas de palma. Él es delgado y de ojos negros. Su rostro arrugado muestra el largo mapa de la vida.
El sabedor fuma tabaco mientras reza por quienes llegan a visitar a la comunidad, para sanar dolores y enfermedades, y alejar a aquellos que se quieren quedar con sus riquezas.
“Yo hago la protección para que no entren al territorio”, dice, aludiendo a los mineros. Él solo habla lengua nativa, desano, por lo que uno de sus familiares, Wilmer Andrés Ardila Montalvo, ayuda con la traducción. Ambos explican que el oro y los minerales son elementos que usan para la sanación y que incluso hay un rezo alusivo al tan preciado metal amarillo.
También reza por cada vez que los indígenas van a trabajar, al inicio y fin de cada cosecha, cuando hay un nacimiento y una muerte, y para pedirles armonía a los seres de la naturaleza.
Su mayor anhelo es que sus prácticas ancestrales sean aprendidas por los jóvenes. Es consciente de que cada día se están perdiendo los saberes, especialmente aquellos que protegen los sitios sagrados como los cerros, los salados y los ríos.
“La otra generación que viene de pronto sufrirá esta consecuencia, entonces ese es el temor. Para que no se vaya perdiendo el conocimiento ancestral, estoy invitando a los jóvenes a que lleguen, a que se acerquen a mí para escuchar los rezos”, dice al referirse a los posibles impactos que dejaría la minería. Para Reimundo, heredar las creencias es otra manera de defender el territorio.
Esa misma defensa la hacen las niñas y niños indígenas de la comunidad vecina Bogotá Cachivera, ubicada a 20 minutos de Timbó de Betania. En la maloca, danzan un baile tradicional, mientras su profesor Leonardo Francisco Villa Morales, toca el casco de una tortuga y el carrizo (una especie de flauta), dos instrumentos autóctonos.
Los niños, entre los ocho y los trece años, llevan en sus cabezas coronas de plumas, en sus manos maracas elaboradas con totumos y en los tobillos semillas que suenan cuando pisotean el suelo. Bailan en agradecimiento a la tierra y a sus ancestros.


Leonardo, de 46 años de edad, de la etnia Siriano es el único sabedor cultural que queda en su comunidad. Dice que cada miércoles les enseña a los 27 estudiantes de la escuela de Bogotá Cachivera, las danzas, los cantos e instrumentos que aprendió de su abuelo y que también han estado amenazados. Para Leonardo, el ingreso de la cultura occidental, las religiones y las distintas explotaciones que ha tenido la Amazonía (como el caucho, las pieles y las maderas), les han arrebatado sus conocimientos ancestrales y ahora temen por la minería.

En Bogotá Cachivera, donde habitan 22 familias pertenecientes a las etnias Sirianos y Desanos, la explotación de minerales no les es ajena. De acuerdo con relatos de los mayores del lugar, hace once años en el cerro Bastón, ubicado a menos de dos kilómetros del caserío, brasileros, algunos indígenas, sacaron oro en bateas. Ahora, les inquieta que los afecte la concesión otorgada entre Timbó de Betania y Murutinga.


Allí tampoco fueron consultados para la extracción de las tierras negras. Ellos, al igual que en los mencionados asentamientos, conocieron del contrato y están preocupados por sus consecuencias. En la escuela y en la caseta hay carteles con fotografías de la mina de carbón El Cerrejón, de La Guajira, donde se muestra el daño causado al pueblo indígena Wayuu. Se han informado de los impactos sociales, de salubridad y culturales que puede generar una explotación de minerales a mediana y gran escala, por ello, no están de acuerdo con ningún tipo de minería. También han aprendido de la consulta previa y de sus derechos colectivos, los cuales han sido orientados por la Pastoral Social de Mitú.
“Ojalá que esa concesión no venga a explotar nuestro departamento, que no les den permiso”, dice Víctor Villa Morales, quien por más de cuatro años ha sido capitán en Bogotá Cachivera, una comunidad que lleva el nombre de la capital de Colombia porque allí el viento sopla frío.

“Mientras que no estén ellos (los mineros), nosotros estamos bien todavía, hacemos danza y vivimos bien, tocamos todos los instrumentos, y pues ya cuando llegan los mineros a explotar, eso se acabará porque ya quedamos como esclavos, toca ir a trabajar allá, entonces la enseñanza que nosotros culturalmente teníamos, nos deja por otro lado”, es el temor de Leonardo, quien toca y muestra una maraca de totumo pintada con figuras que representan el nacimiento del sol, un cerro y una maloca asentada.
En esa zona de Vaupés, uno de los extremos del suroriente de Colombia, la vida indígena es fuerte, sabia y, sobre todo, sus comunidades resisten con su cultura, tradiciones y sus voces en defensa de los cerros, el territorio y de la vida.
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Agenda Propia, con el apoyo del Pulitzer Center y el Rainforest Journalism Fund, se adentró en las selvas del Vaupés para caminar uno de los territorios de la Amazonía que está en la mira de empresas extranjeras para la explotación de coltán, combinación de los metales columbita y tantalita, también conocido como tierras negras. Este es la tercera de 4 partes. Lea la primera parte aquí y la segunda aquí. Publicado originalmente en Agenda Propia
Créditos:
Coordinación editorial, investigación periodística y textos - Edilma Prada Céspedes
Fotos y Video- Luis Ángel
Edición de textos- Nathalia Salamanca Sarmiento
Diseño y gráficos web -Mariana Villamizar y Camila Achuri
Diseño creativo social media- Paola Andrea Nirta Pérez
Medios aliados - Democracia Abierta, InfoAmazonia, Cuestión Pública, Ojo Público, Datasketch, Connectas, El Espectador.
Este proyecto fue financiado por el Pulitzer Center y el Rainforest Journalism Fund.
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