
El Presidente de Estados Unidos Ronald Reagan y la Primera Ministra británica Margaret Thatcher se reúnen en el Despacho Oval de la Casa Blanca en Washington, el miércoles 20 de febrero de 1985. Arnie Sachs/ Press Association. Reservados todos los derechos.
Dos informes de bancos suizos, publicados con una semana de diferencia, ofrecen nuevas pruebas del auge de una supraclase transnacional opulenta. Según Crédit Suisse, las fortunas de las personas más ricas del Reino Unido (que poseen 50 millones de dólares o más) han ido creciendo a un ritmo mucho más acelerado que la población en general.
Estas personas con un patrimonio neto hiper alto (UHNWI, por sus siglas en inglés) suman en el Reino Unido 4.670 - o sea, un 8,5% más que el año pasado. En Estados Unidos, su número llega a 70.540, y las incorporaciones al grupo este año son más de 6.000, lo que lo convierte en el grupo de UHNWI más grande del mundo.
El siguiente es el de China, con 16.510. En términos globales, el 1% más rico de la población mundial posee algo menos de la mitad de todos los activos (véase Gráinne Gilmore, The world's super rich populations are growing but where is growth strongest?, KnightFrank, octubre de 2018).
Otro informe paralelo, elaborado conjuntamente por UBC y PwC, se centra menos en los UHNWI y más en los súper-ricos de verdad, los que acumulan fortunas de miles de millones de dólares. En la actualidad éstos suman 2.158 y su riqueza conjunta aumentó en 1.400 millones de dólares en el último año.
Gran parte de este crecimiento se está dando en Estados Unidos y Europa occidental, aunque el gran cambio de tendencia de los últimos años es la expansión cada vez más transnacional de los extremadamente ricos - con China, de nuevo, como ejemplo. Hace doce años, había solo 16 multi-mil-millonarios en la República Popular China; hoy ya son 373.
Quizás lo más significativo es la tasa de aumento de la riqueza. En 2017, en el Reino Unido, la riqueza conjunta de las 1.000 personas más ricas aumentó en 85 mil millones de dólares, lo que quiere decir que el aumento de su riqueza individual fue, de promedio, de 85 millones de dólares. Encima, esa cifra no fue excepcionalmente elevada - el año anterior, pegó un salto todavía mayor.
El gobierno británico lleva ya tiempo insistiendo en que la crisis financiera de 2008 y años subsiguientes evidenció que no había alternativa a las políticas de austeridad que se llevaron a cabo, aunque el impacto de la crisis fue, como máximo, transitorio y limitado para los súper ricos.
La primera ministra Theresa May afirma que la austeridad ha terminado, pero muy pocos se lo creen.
Ahora, la primera ministra Theresa May afirma que la austeridad ha terminado, pero muy pocos se lo creen. El estado de ánimo es más bien el de que "nunca ha habido austeridad para los ricos, solo para el resto, y para estos todavía está a la orden del día".
Un rumor político infundado que echó raíces en el Reino Unido tras la crisis financiera, fue que todo había sido culpa del gobierno laborista. Esta versión de los acontecimientos se consolidó en los tres meses posteriores a las elecciones generales de 2010, cuando el Partido Laborista se hallaba enfrascado en elegir a un nuevo líder tras perder el poder.
En lo que en verdad se equivocaron los laboristas a partir de 1997, fue en consentir el vacío regulatorio imperante en la City de Londres.
En lo que en verdad se equivocaron los laboristas, especialmente en sus primeros años de gobierno, a partir de 1997, fue en consentir el vacío regulatorio imperante en la City de Londres en lugar de imponer una regulación financiera efectiva - aunque cualquier intento en este sentido se habría topado con una monumental resistencia por parte de la City y de la oposición conservadora.
La era del capitalismo de casino
Los orígenes de la crisis de 2008 se remontan a casi cuarenta años antes, cuando la elección de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos en 1980 señaló el comienzo de la era de la economía neoliberal. Una de las medidas importantes de la administración Reagan fue la Ley de Instituciones de Depósito Garn-St Germain (1982), que inauguró una era de regulación financiera mucho más laxa.
Su entrada en efecto supuso el desmantelamiento parcial de la Ley Glass-Steagall, aprobada en la época de Franklin D. Roosevelt (1933), que establecía la separación entre la banca de depósito y la banca de inversión para evitar que se volviera a producir una situación como la crisis de 1929.
A la par que Estados Unidos impulsaba una mayor desregulación en la década de 1980, en el Reino Unido el gobierno de Margaret Thatcher tomó un camino análogo, especialmente con el Big Bang que desregularizó los mercados financieros en 1986. Fue este patrón lo que el laborismo no consiguió alterar, permitiendo así que se sentara una cultura de regulación mínima en la City.
El sistema neoliberal pasó a dominar el análisis económico y recibió el espaldarazo del colapso de la Unión Soviética al finalizar la Guerra Fría en 1989-91. A fines de la década de 1990, una autoridad académica en el terreno de las relaciones internacionales, Susan Strange, identificó los peligros que acechaban bajo la superficie.
En su último libro, Mad Money: When Markets Outgrow Governments (1998), publicado dos semanas antes de que falleciera - precisamente en pleno pánico financiero - señalaba cinco temas clave: el dominio del dinero sobre la política; la disminución del control estatal de las economías; la ineficaz recaudación de los impuestos; el aumento de la desigualdad; y el imperio de la codicia.
Strange había publicado con anterioridad Casino Capitalism (1986), un estudio profético sobre cómo el hecho de que los mercados financieros se escapasen de la responsabilidad democrática de rendir cuentas auguraba problemas mayores.
Por desgracia, ella no vivió para ver convertido en realidad aquello de lo que había advertido con tanta insistencia (su colega de la London School of Economics Fred Halliday la recordaba como "una persona de indomable optimismo, humor y lengua mordaz", cuyo "eslogan favorito era: '¡Ataquen siempre a los economistas!'" [Véase The revenge of ideas: Karl Polanyi and Susan Strange, 24 de septiembre de 2008]).
A principios de la década de 2000 a más tardar, incluso sin recurrir a su análisis, no parece que interpretar las señales que se estaban dando fuese algo tan difícil, pero la verdad es que la mayoría de los analistas consiguieron que se les pasaran por alto.
Los orígenes de la crisis de 2008 radican concretamente en los préstamos tóxicos de altísimo riesgo que se otorgaron a propietarios de viviendas con ingresos bajos, especialmente en Estados Unidos, y la forma en que se paquetizaron en permutas de incumplimiento crediticio (CDS, por sus siglas en inglés) y se comercializaron como valores de inversión, además de paquetizarse de nuevo en obligaciones colateralizadas por deuda (CDO, por sus siglas en inglés). Cuando quebró Lehman Brothers en septiembre de 2008, el efecto dominó de las hipotecas insostenibles fue imparable.
A pesar de las muchas señales que advertían de una crisis, como mínimo desde el colapso de Baring Brothers en 1995, en 2008 el sistema en su conjunto no estaba preparado para contener el batacazo.
A pesar de las muchas señales que advertían de una crisis, como mínimo desde el colapso de Baring Brothers en 1995, el sistema en su conjunto no estaba preparado para contener el batacazo. El motivo está en parte en los cinco factores enumerados por Strange, pero hay que añadir dos más.
Primero, el hecho de que las cúpulas dirigentes de las entidades financieras no acababan de entender muy bien cómo manejar los detallados análisis cuantitativos de riesgo, uno de los elementos clave del sistema; en segundo lugar, y quizás sea esto lo más importante de todo, la arrogancia y la soberbia que impregnaba todo este sistema inadecuadamente regulado.
Diez años más tarde, se anda repitiendo que se ha aprendido la lección. Lo cual es cierto, hasta cierto punto, en el sector hipotecario. Sin embargo, en general, persiste la arrogancia. Los dos informes de los bancos suizos son prueba suficiente de que seguimos estando en un momento extremadamente favorable para formar parte de la supra clase alta.
Una vez más, se ignoran los indicios de que se avecina tormenta. En distintas partes del mundo, la arrogancia gerencial continúa arrollando el sentido común.
Una vez más, se ignoran los indicios de que se avecina tormenta. En distintas partes del mundo, la arrogancia gerencial continúa arrollando el sentido común. Los CDO, por ejemplo, se comercializan ahora con más cautela, pero no así las obligaciones de préstamo colateralizadas (CLO, por sus siglas en inglés): paquetes de préstamos a una amplia gama de negocios, muchos de ellos tan inestables como las hipotecas tóxicas de hace una década.
El problema central, como Susan Strange señalaba hace veinte años, es que nadie controla los mercados financieros: ni los gobiernos ni las principales organizaciones intergubernamentales, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés).
El riesgo hoy es que tengamos que asistir a una repetición de 2008, posiblemente a mayor escala. Tanto la experiencia pasada como la evidencia presente sugieren que, de producirse, los súper ricos saldrán de ella todavía más ricos – y éstas no son maneras de llevar las cosas en el mundo.
Lee más
Reciba su correo semanal
Comentarios
Animamos a todo el mundo a que haga comentarios, Por favor, consulte las intrucciones de openDemocracy para comentarios