Un aliado del 'Clan Bolsonaro' es el pastor evangélico y parlamentario Marcos Feliciano, quien fue condenado por el Ministerio Público en 2013 por homofobia, tras declarar que "la podredumbre de los sentimientos homoafectivos conduce al odio, al crimen y al rechazo". En 2019, después de que el Tribunal Supremo votara a favor de la penalización de la homofobia, Feliciano declaró que este tipo de acción "amenaza la libertad de expresión de las iglesias".
Eduardo Bolsonaro y Marcos Feliciano no son casos aislados en el Congreso brasileño, sino ejemplos destacados entre los miembros de la "renovación conservadora", políticos que han llegado al poder con discursos basados en la extrema defensa de una agenda liberal y de los valores conservadores. En este caso, su visibilidad se utiliza en defensa de valores como la protección del "ciudadano de bien" y para la propagación de las visiones hegemónicas de la masculinidad y heteronormatividad.
El discurso de los líderes políticos contra la población LGBT pretende crear pánico popular contra los homosexuales, incitando a sus votantes a reproducir este tipo de violencia. Eduardo Bolsonaro y Marcos Feliciano refuerzan el odio popular creando miedo entre sus seguidores. Un punto en común en sus discursos es la representación de la población LGBT como una amenaza para la buena sociedad y los valores cristianos.
Los políticos son representantes de toda la ciudadanía de una nación – que incluye minorías sexuales – y no pueden legitimar el odio. De hecho, en algunas de las situaciones descritas anteriormente, se han adoptado medidas judiciales. Feliciano fue condenado legalmente por declaraciones homofóbicas en 2013, e incluso Jair Bolsonaro, el autor de memorables declaraciones homofóbicas, fue condenado en 2015 cuando todavía era parlamentario. Pero mucho de lo que dicen en las redes sociales queda impune, mientras que los crímenes de odio se propagan en las calles inflamados por el discurso de odio.
La justicia puede contener los efectos de la incitación al odio, pero no basta con contener la propagación del odio. Aunque el número de políticos conservadores creció después de las elecciones de 2018, el número de congresistas LGBT en Brasil también aumentó, lo que revela la demanda de representación política de la población LGBT.
Sin embargo, los congresistas LGBT no pueden luchar solos: los aliados políticos son indispensables para contener el odio. Los parlamentarios que no son LGBT también deben legislar para combatir la incitación al odio y deben apelar a otros poderes y a la sociedad civil para poner en práctica esas leyes. Una agenda para los derechos LGBT es una agenda en defensa de los derechos básicos de todos.
Comentarios
Animamos a todo el mundo a que haga comentarios, Por favor, consulte las intrucciones de openDemocracy para comentarios