Como le dije a un periodista, comentando el asunto, al ser un proyecto político del gobierno de Bolsonaro para facilitar el armamento de la población, los militares no han invertido en la capacidad necesaria para cumplir su tarea de fiscalización. Su competencia técnica ha disminuido debido a la interferencia política de Bolsonaro.
Además, el activismo pro-armas difunde una cultura de las armas que coquetea con arrebatos autoritarios y antidemocráticos. Son grupos que defienden en gran medida el derecho a la autodefensa del individuo, pero coquetean con posiciones antidemocráticas. Por poner un ejemplo: en la reunión promovida por los grupos pro-armas el 21 de junio, era habitual escuchar discursos incendiarios contra el Supremo Tribunal Federal o deslegitimando las elecciones brasileñas en el caso del voto electrónico.
Por lo tanto, es importante decir que el Presidente tiene una base de apoyo fuerte y armada. ¿Serían capaces de tomar las armas para defender los intereses del presidente? ¿Es posible que haya un Capitolio en Brasil para deslegitimar los resultados de las elecciones?
Violencia política e intimidación
La segunda preocupación es la violencia e intimidación contra los políticos y los delitos con motivación política.
Hace unos días, un hombre que defendía al ex presidente y precandidato del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, fue asesinado por un partidario del presidente Jair Bolsonaro, tras una discusión en la ciudad de Cuiabá. El partidario de Bolsonaro confesó el crimen por razones políticas.
El pasado mes de junio, un carcelero invadió una fiesta y mató al guardia municipal Marcelo Arruda, en la ciudad de Foz do Iguaçu. Arruda estaba celebrando su 50 cumpleaños en una fiesta con temática del PT, con banderas y colores del partido y una foto de Lula da Silva. Según el informe policial, cuando el pistolero invadió la fiesta, gritó el nombre de Jair Bolsonaro. En las redes sociales, el carcelero muestra su apoyo al presidente Jair Bolsonaro y a las directrices defendidas por su gobierno.
Pocos días después, poco antes de un acto en Uberlândia al que asistió Lula, un dron sobrevoló el lugar rociando veneno sobre los simpatizantes que asistían al evento.
En Brasilia, un empresario y candidato a un escaño en la Cámara Legislativa del Distrito Federal (CLDF) por el Partido Laborista Brasileño (PTB), no sabía que su amigo, que disparó al empleado de una barbacoa en Vila Planalto, en el Distrito Federal, estaba armado. La pelea comenzó por el ruido excesivo del coche de sonido del candidato, aparcado frente al local.
Escenario de tensión y riesgo
Brasil comenzó este período electoral de una manera nunca vista en nuestra historia reciente: polarización, violencia política, grupos armados, deslegitimación del proceso electoral, politización de las fuerzas de seguridad. Pero, al mismo tiempo, la sociedad civil está movilizada, y las instituciones, de alguna manera, se han hecho cargo del proceso.
Hay muchos ejemplos: manifestaciones de la sociedad civil a favor de la democracia, prohibición de la portación de armas de fuego cerca de las sesiones electorales, y fiscales que siguen el trabajo de las instituciones policiales. También podemos mencionar ejemplos como el del ministro del Tribunal Supremo, Alexandre Moraes -ahora también presidente del Tribunal Superior Electoral, institución responsable de la conducción del proceso electoral- que se reunió con los comandantes de la policía militar en los estados para garantizar la seguridad de las elecciones.
Aun así, el escenario es tenso y arriesgado. El mundo debe estar atento a Brasil.
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