democraciaAbierta: Opinion

Giro de 180° en las vidas de cuatro constituyentes chilenas

Cuatro mujeres nos cuentan cómo ha cambiado su vida desde que hacen parte de la Convención Constitucional chilena

Cecilia Román
31 marzo 2022, 8.39am
Una mujer mapuche constituyente llega a la Convención Constitucional en Chile el día del inicio de sus trabajos, el 7 de Julio de 2021 en Santiago de Chile
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Alamy Stock Photo

A más de 3000 kilómetros de la isla en la que tenía su vida, la representante del pueblo Rapanui y abogada, Tiare Aguilera Hey (39), asumió el rol que ocupa desde hace ya cinco meses: ser constituyente en la Convención Constitucional de Chile y proponer a los pueblos que habitan ese país una nueva Carta Magna. Lo hizo portando una corona de plumas blancas, pieza que forma parte de los atuendos tradicionales de las mujeres de la Isla de Pascua, lugar del que proviene.

Este año se mudó a Santiago de Chile y trabaja en las salas del edificio del ex Congreso Nacional, donde hoy cientos de convencionales, asesores, secretarios, guardias, carabineros, periodistas y otros tantos funcionarios corren para dar forma y sostener a diario el órgano constituyente. Aguilera también corre, en un ritmo de vida sumamente distinto al que llevaba antes de volcarse en su nueva tarea.

Dejó la brisa marina, las playas de arena volcánica, los terrenos extensos, los jardines y la huerta para vivir en un reducido departamento con su familia y estar sumergida de lleno en su trabajo actual, pues el plazo para redactar la nueva Constitución es de solo un año, han transcurrido ya 8 meses, y cada minuto y cada distancia cuentan.

Nos hemos tenido que adaptar a la ciudad, pero sabemos que esto es de tal relevancia y además temporal, que vale la pena cada día de esfuerzo familiar

Aguilera cuenta que en Manavai Tokerau, donde vivía antes de partir a Santiago, no tenía que dejar ni la casa ni su auto con llave. Cambió eso, cambió lo que podía hacer con su tiempo libre: después del trabajo, en la Isla de Pascua podía ir a la playa o quedarse mirando el paisaje.

Varió su dieta: ya no consume productos locales como peces de la isla, tubérculos o frutas de estación. “Por los horarios de la Convención, los alimentos han sido más bien envasados”, responde.

Cuando asumió el desafío de ser constituyente, decidió viajar con su familia completa y aquello ha traído consigo uno de los costos más grandes, pues su hijo tuvo que dejar el jardín infantil en el que toda su enseñanza se hacía en idioma rapanui, con actividades diarias al aire libre,

Nos hemos tenido que adaptar a la ciudad, al tráfico, a la dieta, a las distancias, a la política nacional, a la exposición, a las críticas, muchas veces bastante agresivas, pero sabemos que esto es de tal relevancia y además temporal, que vale la pena cada día de esfuerzo familiar.”, cuenta Aguilera.

“Como mamá, era fundamental haber enfrentado este gran desafío acompañada y asumiendo lo complejo del proceso y momento que vive nuestro país y concentrarnos en lo positivo del cambio: acceso al teatro, librerías, prensa, conectividad, capacitación, entre otros factores”, agrega.

Mujer, mamá, abogada

Para las constituyentes que son madres, el cambio ha sido especialmente duro. En ese contexto, la Convención Constitucional ha puesto sobre la mesa la necesidad de considerar a las personas que cuidan en la nueva Constitución. Dado que esa tarea recae generalmente en las mujeres, ellas son las más complicadas con el desarrollo de otras labores, como el trabajo profesional. Y en este caso, el trabajo como constituyente.

Primero mujer, después mamá y luego abogada. Así se describía durante su campaña Tammy Pustilnick (34), del colectivo de Independientes No Neutrales, y en estos cinco meses de trabajo como convencional han cambiado muchas cosas, pero no esos pilares.

Cómo conjugar todo aquello con el trabajo de redactar una nueva Constitución ha sido prácticamente un ejercicio de malabarismo para Pustilnick, que es una de las académicas destacadas del órgano constituyente y además, madre de dos: una niña de siete años y uno de tres.

“En ello mi marido ha jugado un rol clave, ya que conjugamos el ser madre y padre de forma tal, que la corresponsabilidad parental ha permitido poder llevar a cabo mis funciones como constituyente. Igualmente, sesiono bastante de forma telemática desde Concepción, lo cual me permite compatibilizar mejor mis roles actuales”, cuenta.

Antes, por ejemplo, podía buscar a su hija al colegio o a su hijo al jardín, pero los horarios de la Convención ya no se lo permiten. No obstante, asegura que la clave de todo es la conversación con su familia. Cuando le tocan actividades territoriales, intenta ir con la mayor.

Me emociona pensar que hoy las 77 mujeres de la Convención estamos mandando un mensaje a las miles de niñas de las distintas regiones del país

“Ella está muy empoderada, interesada e informada sobre este proceso, con muchas ganas de aportar y orgullosa de su ‘mami constituyente’”, cuenta Pustilnick.

Pero también pone el foco sobre algo: los espacios que están ganando las mujeres y el mensaje que están mandando, lejos de la concepción de que el principal lugar era su hogar, o que el trabajo a jornada completa implicaba descuidar a la familia.

"Me emociona pensar que hoy las 77 mujeres de la Convención estamos mandando un mensaje a las miles de niñas de las distintas regiones del país sobre que sí es posible mejorar nuestro país y que nuestro trabajo, las inspire y motive a perseguir sus sueños en el futuro"., agrega.

Madurar políticamente

Otra de las mujeres a las que la Convención les cambió la vida en 180° es Valentina Miranda (21), la constituyente más joven en ejercicio. Cuando le tocó sumergirse en el proceso, Miranda estaba terminando su semestre universitario, en el segundo año de Administración Pública en la Universidad de Chile.

“Pasar de estar estudiando 24/7 a escribir la Constitución es un cambio re radical. Mi rutina ha cambiado bastante, hay un cansancio corporal debido a la acumulación de trabajo que hemos tenido, porque significa no estar en la casa, mi abuelita me ve más por la tele que en casa, ver menos a mis mascotas, no ver a mi pareja, ha sido difícil”, cuenta Miranda.

Sin embargo, asegura que su motivación y ganas de seguir trabajando han aumentado y reconoce un cambio mayor, interno, que ha implicado una maduración personal: ser la menor en la Convención y tener que enfrentarse a adultos con una amplia lista de títulos y extensos currículum.

“El poder estar a la altura de tantos adultos con tanta experiencia es difícil. El estudio ha sido la herramienta principal para poder discutir en espacios donde la verdad siempre están debatiendo adultos. Debo ganar el espacio donde no me minimicen por ser la más chica o la mujer”, suma.

Dice que incluso llegó a sentirse “pequeña”. “Sobrepasada”.

A ese viejo Congreso entraron las polleras, entraron los pelos despeinados, largos, entró la emoción, entraron ideas asombrosas que vuelan la cabeza. Entraron colores, suavidades, delicadezas, y entró la ternura también

“Muchas veces miraba para al lado y decía, qué difícil estar con tanta gente que sabe tanto, estudió toda su vida para esto. Yo tengo 21 años, estoy en mi segundo año de la universidad, soy una mujer de la pobla, que quizás no tiene todos los conocimientos que otros tienen y eso me hacía sentir no capacitada”, recuerda.

La clave para sentirse empoderada, según Miranda: la simbiosis con su grupo de trabajo y su colectivo, el Partido Comunista. Con el tiempo, dice ella misma, ha aprendido a “creerse el cuento”.

Corriendo los cercos

El día a día de Malucha Pinto (66) antes de la Convención ya era agitado: es actriz, dramaturga y directora teatral. Es mamá, además, de un hijo con parálisis cerebral, razón por la que es una de las que releva con mayor fuerza la importancia del estado cuidador.

“Como artistas hemos hecho la vida fuera de la casa, hemos sido madres distintas, con otras fortalezas a las corrientes. Por lo tanto, en términos de carga de trabajo ha sido la misma, diría yo. Pero sí me ha demandado abrirme a temas que solo había rozado”, explica.

El cambio principal ha sido encontrar nuevas maneras de trabajo y transitar por espacios que, según ella afirma, son muy masculinos. A pesar de la paridad de género que implicó que la mitad de los constituyentes sean mujeres, algunas viejas dinámicas se siguen repitiendo.

“Los grupos de hombres ni siquiera se dan cuenta. Se sienten muy deconstruidos, y creo que están haciendo un hermoso esfuerzo por ello, y en algunos aspectos lo están logrando. Pero el patriarcado es fuerte, y esta tarea hacia los feministas, hacia el feminismo, hacia el espacio de las mujeres, es un espacio minuto a minuto, día a día”, opina Pinto.

Por eso la presencia de mujeres tiene una relevancia especial. A juicio de la constituyente, las mujeres trajeron consigo una lista de emociones, ideas y temas que no hubieran calado tan hondo con una composición no paritaria, como el derecho a los cuidados o la protección a la naturaleza.

“Las mujeres hemos, yo diría, corrido fronteras de lo posible, porque traemos otras prioridades, otras ideas, y representamos a otros grupos”, afirma.

“A ese viejo Congreso entraron las polleras, entraron los pelos despeinados, largos, entró la emoción, entraron ideas asombrosas que vuelan la cabeza. Entraron colores, suavidades, delicadezas, y entró la ternura también. Eso es algo único”.

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