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La izquierda necesita reinventarse

¿Cómo rearmar las fuerzas que trabajan por el cambio social progresista? La buena noticia es que esta agenda ya está en marcha. No en el establishment de los partidos, sino en la calle. English Português 

Matías Bianchi
18 abril 2017
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Cristina Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva. 19 noviembre 2007. Fabio Rodrigues Pozzebom/A. Brasil/Wikimedia Commons. Algunos derechos reservados.

Lenin Moreno ganó las elecciones en Ecuador y la izquierda latinoamericana ha podido tomar una bocanada de aire luego de varios traspiés consecutivos. Aunque se parece más bien a un suspiro, ya que Lenin carece del carisma, los recursos económicos y el apoyo popular necesarios para continuar con la agenda correísta. El desafío que se presenta, en Ecuador y en la mayoría de los países de América Latina, no es el de resistir al fin del ciclo progresista -proceso con crecientes contradicciones y retrocesos-, sino cómo rearmar las fuerzas que trabajan por el cambio social progresista. Allí hay buenas noticias, dado que el camino lo están mostrando las otras izquierdas que están ejerciendo micro-revoluciones a nivel territorial. Los que quedan en el poder, y los que quieran volver, deberían tomar nota para reinventarse y no perder definitivamente la batalla contra el avance firme de la derecha en el continente.

Fin de ciclo

La ola que inició con Chávez en 1999 fue una propuesta innovadora. Una reacción a las políticas neoliberales y la necesidad de reconstruir la política frente a la demanda social de “que se vayan todos”. Evo Morales, Rafael Correa y Lula da Silva trajeron nuevos actores al sistema político, sectores que nunca habían sido parte de él, y el kirchnerismo activó a sectores que venían de una larga apatía. Bolivia y Ecuador reformaron las constituciones para incluir derechos de los indígenas y de la naturaleza. Decenas de millones pasaron a ser clase media, se ampliaron los servicios públicos y se mejoró la de distribución de la riqueza.

Los detractores explican que estos avances se dieron gracias a los altos precios de las commodities. Lo hicieron posible, es cierto, pero no lo explican. Hubo otros períodos en la historia con precios altos de las commodities, como el modelo agro-minero exportador (entre 1870 y la Primera Guerra Mundial), o el de la década de los años 70, períodos muy cuestionables en relación al avance en derechos. En cambio, aquí sí hubo una agenda de ampliación de derechos.

Claro, ya venimos hablando desde hace unos años del fin de ciclo progresista. La caída del precio de las commoditties desnudó muchas de las contradicciones de los gobiernos de izquierda de la región. Algunos detractores, de izquierda y de derecha, se quejan de que la mayoría de los gobiernos de izquierda consolidaron el modelo extractivista, re-primarizando la economía, se firmaron tratados de libre comercio y se implementaron planes de ajuste de corte neoliberal, a la vez que alienaron a sectores populares y grupos indígenas que otrora los apoyaban. Lo más grave ha sido que, de alguna manera, se volvieron una fuerza que dejó de mirar al futuro. Por el contrario, se atrincheraron en el gobierno, concentrando y verticalizando el poder, cooptando otras instituciones y medios y resistiendo con furia a cualquier tipo de crítica. Escuché en primera persona a uno de los principales constructores del Partido de los Trabajadores en Brasil quejarse de los “desagradecidos” que salían a protestar. Vimos al luguismo pactar recientemente con Horacio Cartes en Paraguay. Es decir, la izquierda dejó de escuchar a la calle. En los casos más extremos del chavismo y el sandinismo tardíos, se ha llegado a la degradación absoluta.

Paralelamente, la derecha se reinventó. Dejó de tener un discurso sobre el pasado y empezó a prometer un futuro. Con discursos positivos y llenos de globos, empezaron a disputar espacios públicos organizando marchas, u optaron por crear partidos políticos (el PRO en Argentina, el Partido NOVO en Brasil, CREO en Ecuador, o el Partido Anti Corrupción de Honduras), en vez de golpear las puertas de los cuarteles, como se hacía en otras épocas. Claro, esto ha permitido que tomen el poder líderes vinculados a los Papeles de Panamá, que una horda de diputados y senadores tapados de casos de corrupción saquen a una presidenta por una irregularidad administrativa, o que un banquero vinculado a la peor crisis en la historia del Ecuador haya tenido reales aspiraciones presidenciales. Esta vez, sin contradicciones, vuelve la agenda neoliberal, se congela el gasto social, se negocia como espartano el aumento salarial a maestros, mientras se decreta el pago a acreedores internacionales y se exime de impuestos a mineras.

Es por ello que resulta crucial que la izquierda (en todas sus variantes) se renueve. Esto no significa una mirada romántica de que vuelvan los de antes, sino una necesidad de reinvención. Volver a proponer una agenda de ampliación de derechos, de distribución del ingreso, de autonomía política, de diversidad y de defensa de la naturaleza. Y ejecutarla.

Experimentación política

La buena noticia es que esta agenda ya está en marcha. No en el establishment de los partidos, sino en la calle. Una constelación de iniciativas creativas se está abriendo camino, experimentando desde abajo con nuevas narrativas y nuevas formas de poder. A los grupos y movimientos sociales tradicionales, que defienden los derechos humanos, la biodiversidad, las economías sustentables, la inclusión y la diversidad de géneros, se le suman actualmente actores que también disputan el poder político.

Los wikipolíticos de Guadalajara avanzan en una estrategia nacional que propone cambiar la relación nociva entre dinero y política. Y lo proponen ejerciéndola. Los otrora líderes estudiantiles chilenos que hoy luchan en el Congreso por la educación pública, están formando el Frente Amplio, que incluye la experiencia municipalista de Valparaíso. Al mismo tiempo, Porto Alegre experimenta con candidaturas ciudadanas. También en Brasil, la Bancada Ativista reunió el año pasado a una multiplicidad de organizaciones para apoyar a candidatos de distintos partidos que tengan agendas de participación ciudadana, inclusión de afrodescendientes, feministas y LGBTI. En la periferia colombiana, un grupo vinculado a la Alianza Verde ganó las elecciones e implementó la primera plataforma de gobierno abierto en el país y experimenta en la “cátedra futuro” métodos de enseñanza creativa en escuelas públicas. En Nicaragua emerge un partido político que busca organizarse con “sociocracia”, una metodología de toma de decisión que evita la verticalidad. Y todos miran con atención al otro lado del charco a las dos mujeres que lideran las alcaldías de Madrid y Barcelona, que constantemente están innovando en mecanismos participativos y colaborativos de políticas públicas.  

Por virtud, necesidad de supervivencia, o por mirada estratégica, la izquierda necesariamente tendrá que volver a escuchar a la calle. La posibilidad la tienen enfrente el recientemente electo Lenin Moreno, Evo Morales en Bolivia y la Concertación en Chile si quieren mantener el poder, el PT y el kirchnerismo si quieren volver a tenerlo, y Morena en México si quiere tomarlo el año que viene.

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