Marielle Franco sigue siendo asesinada cada día por la extrema derecha brasileña. El último asesinato que conseguí monitorizar y grabar tuvo lugar el pasado 7 de marzo en un chat entre bolsonaristas que se abre cada día en Twitter. Pero es probable que desde entonces hasta el día 14 -en una semana, por tanto- ya la hayan matado numerosas veces.
Por supuesto, el asesinato real y brutal de mi amiga y concejala carioca (quiero decir: la muerte de su cuerpo físico) a manos de matones de las milicias vinculadas a Bolsonaro tuvo lugar hace cinco años.
Sin embargo, ataques no menos violentos contra su memoria -de ahí que se intente matarla también como nombre y como símbolo- siguen perpetrándose abiertamente en las redes sociales bajo la mirada de una policía que no sólo debería haber detenido ya a quienes ordenaron el asesinato, sino que debería haber desarticulado ya la red de delincuentes que insisten en difamarla como forma de "justificar" su ejecución.
Si alguno tiene estómago para escuchar mentiras e insultos que salen de la boca de "buenos ciudadanos" "cristianos" manipulados por la desinformación programada y/o que actúan por pura mala fe, puede buscar este audio.
El crimen político que acabó con la vida de Marielle Franco en marzo de 2018 generó una conmoción inmediata en todo Brasil y más allá. Produjo una identificación y empatía inmediatas hacia la víctima y sus causas y agenda parlamentaria, que incluía una política de seguridad pública respetuosa que trataba a los residentes de las favelas y a los hombres y mujeres negros pobres como ciudadanos, como debería ser la seguridad pública en cualquier democracia que se precie.
Para desinflar esa identificación; para socavar esa conmoción, las economías de la desinformación y la difamación -ese complejo donde se articulan las redes sociales analógicas (iglesias neopentecostales, corporaciones militares, asociaciones de policías civiles, clubes de militares retirados, partidos políticos y startups) y digitales- pusieron en circulación en internet, horas después del asesinato de la concejala, esas fake news que disparan prejuicios y emociones -principalmente entre miembros de la clase media blanca o que se creen blancos- hacia los habitantes de las favelas y las mujeres negras pobres.
El hecho de que una jueza y una diputada federal avalaran esta fake news no hizo más que fortalecerla y amplificar su virulencia, drenando parcialmente la empatía y solidaridad que generó de inmediato el asesinato de la concejala en aquella oscura noche de marzo de 2018. Por cierto, el componente de "confianza en la idoneidad y autoridad" de la fuente que difundió la mentira fortalece su contenido y amplifica su virulencia (posibilidad de ser compartida a más personas en el menor tiempo).
No es sólo por mero despecho que las mentiras que pretenden "explicar" y "justificar" la ejecución de la concejala carioca siguen reproduciéndose en los circuitos analógicos y digitales de la extrema derecha. Se trata también de una estrategia política.
El esclarecimiento completo del asesinato de Marielle Franco -ocurrido bajo la intervención militar en Río de Janeiro comandada por el general Braga Netto, que sería ministro de la Casa Civil y luego de Defensa en el gobierno de Bolsonaro- podría dilapidar por completo el capital político de la extrema derecha. Por lo tanto, hasta entonces, la extrema derecha necesita debilitarla lo más posible.
La derecha sabe cuánto la afectará también esta verdad, ya que se confabuló con el bandidaje de la extrema derecha tanto en el golpe contra la presidenta Dilma Rousseff en 2016 como en la elección de Bolsonaro en 2018. Por eso, sus medios se encargan de difamar livianamente a los políticos de izquierda que buscan preservar la memoria y el legado de Marielle Franco.
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