
La mayor 'mentira judicial' en la historia de Brasil: Lula regresa a la política
Con la anulación de sus condenas por corrupción, el expresidente demostró que no es un político de ayer – y podría postularse otra vez.

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva demostró, el pasado miércoles, 10 de marzo, que su carrera política está lejos de terminar. Tras la anulación de sus condenas por corrupción, Lula volvió a dirigirse a la nación, en medio de la trágica crisis de Covid-19 que azota a Brasil. "¡Vacunas y no balas, es lo que necesita Brasil!" clamó Lula desde la tribuna, en referencia a la reciente aprobación de la liberalización del uso de armas por parte del presidente Bolsonaro y su catastrófica gestión de la pandemia.
En los últimos años, Lula realizó la mayoría de sus apariciones públicas vistiendo camisas casuales, muchas de ellas de color rojo intenso en honor al Partido de los Trabajadores, que fundó en 1980. Esta vez, vistiendo un traje oscuro con una camisa de vestir azul claro, el mensaje fue claro. Él esta de vuelta.
El lunes 8 de marzo el juez Edson Fachin, del Tribunal Supremo Federal (STF, por sus siglas en portugués), anuló las condenas por corrupción que pesaban sobre Lula, allanando el camino para que el expresidente pueda presentarse a las elecciones de 2022 y desafiar al presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro. Lula, que gobernó Brasil entre 2003 y 2011, dijo que no sabía aun si buscaría un tercer mandato.
Casi sin consultar sus notas, durante un discurso de cerca de dos horas Lula demostró que no ha perdido la confianza frente al público. El trabajador metalúrgico, que ganó prominencia en la década de 1980 como líder sindical, profirió duras críticas a Bolsonaro por su gestión de la pandemia, alegando que Brasil, actualmente, "no tiene gobierno".
Aunque aún no se ha confirmado si su nombre estará en las urnas el próximo año, los analistas y el público en general parecen estar seguros de que así será. Ciertamente, su aparición pública el miércoles tuvo todas las características del lanzamiento de una campaña presidencial.
Dirigiéndose a los periodistas, frente a un fondo con su famosa foto en brazos de la gente con las palabras “Salud, empleo y justicia para Brasil”, Lula habló de la injusticia a la que había sido sometido. Declarándose la “víctima de la mayor mentira judicial contada en 500 años de historia”, Lula describió el sufrimiento que sufrió durante el encarcelamiento, entre abril de 2018 y noviembre de 2019, cuando el Tribunal declaró que los imputados deben permanecer en libertad hasta que se agoten los recursos.
Muchos alimentaron sospechas de que su prisión fue diseñada para asegurar la victoria de Bolsonaro
Lula recibió una sentencia de 26 años después de ser condenado en dos casos separados de corrupción y lavado de dinero que involucran a Petrobras, ambos investigados por la Operación Lava Jato, la mega-operación dirigida por la delegación de la policía federal en Curitiba, conocida por ser el mayor esfuerzo anticorrupción de la historia del país.
Escándalo, ambición y la Lava Jato
La condena de Lula le impidió de presentarse a las elecciones presidenciales de 2018, que tuvieron lugar apenas seis meses después. Incluso encarcelado, Lula aparecía por delante de Bolsonaro en las encuestas, mientras muchos sentían que su condena había sido diseñada para garantizar la victoria de Bolsonaro.
Mientras que la estrella de Lula se apagaba en prisión, el juez Sergio Moro, el hombre aplaudido por muchos como la solución a los profundos problemas de corrupción de Brasil, , subía al estrellato. El ahora ex juez se ha ganado un amplio reconocimiento por su papel activo en la Lava Jato y por ordenar el arresto de Lula. Esto le convirtió en un héroe a los ojos de la mitad de la población en una nación dividida.
La otra mitad creía Moro no era más que un arribista corrupto con aspiraciones políticas. Cuando Bolsonaro anunció que le había elegido como ministro de Justicia, las acusaciones de parcialidad ganaron aún más apoyo. Sin embargo, los admiradores de la Lava Jato defendieron su decisión de aceptar un cargo político.
Lula es libre ahora de postularse para cargos políticos hasta que sea juzgado nuevamente en Brasilia, lo que podría llevar años
Pero la situación cambió el 9 de junio de 2019, con solo seis meses de la presidencia de Bolsonaro, cuando The Intercept Brasil, liderado por el periodista ganador del Premio Pulitzer Glenn Greenwald, comenzó a publicar una serie de mensajes filtrados intercambiados vía Telegram por diferentes figuras involucradas en la operación Lava Jato. Muchos de ellos parecían sugerir que el juez Moro mantenía una comunicación frecuente con los fiscales y que incluso asesoraba al equipo detrás de los casos de corrupción de Lula.
Esto significaría el principio del fin para Moro. Tras caer en desgracia por sus desavenencias con Bolsonaro, el popular ex juez dimitió en abril de 2020, menos de un año después del escándalo de las conversaciones filtradas, que se dio a conocer como Vaza Jato.
Incluso antes de las revelaciones de The Intercept, algunos abogados y analistas ya señalaban las inconsistencias y contradicciones en el caso contra Lula. A los ojos de sus seguidores, Lula era un preso político, sentimiento que inspiró el movimiento Lula Libre (Lula Livre). Los mensajes filtrados renovaron las esperanzas entre sus seguidores de que sus condenas serían anuladas.
El equipo de defensa de Lula solicitó al Tribunal Supremo Federal que juzgara si Moro actuó con la imparcialidad necesaria. El martes, 9 de marzo, los cinco jueces asignados al caso volvieron a analizar la solicitud de hábeas corpus, pero aplazaron la decisión después de que el ministro Nunes Marques, que se incorporó al tribunal en noviembre, dijera que no podía emitir una opinión porque no tenía suficiente conocimiento del caso. El marcador está empatado con dos votos a favor (Gilmar Mendes y Ricardo Lewandovski) y dos en contra (Fachin y Cármen Lúcia).
Camino libre a la presidencia
Aunque vinculadas a los cargos contra Moro, las anulaciones de esta semana fueron el resultado de un argumento diferente.
El ministro Edson Fachin, que votó en contra de la acusación contra Moro, decidió que el 13° Tribunal Federal de Curitiba no tenía jurisdicción para juzgar cuatro casos contra Lula, argumentando que los crímenes no tenían conexión directa con la capital del estado de Paraná. Los casos se remitirán a Brasilia para su reconsideración.
La decisión de Fachin no exonera a Lula, ya que el juez no determinó si el ex presidente es inocente o culpable de los cargos presentados contra él. Aun así, el expresidente ahora es libre de postularse para cargos políticos hasta que sea juzgado nuevamente en la capital del país, lo que podría llevar años. Para volver a ser inelegible, Lula tendría que ser condenado antes de que se presenten las candidaturas, lo que ocurre a mediados de 2022, algo poco probable.
La Fiscalía General apeló la decisión de Fachin. Sin embargo, los argumentos del ministro están en línea con decisiones judiciales anteriores y los expertos creen que es poco probable que STF lo revoque.
Dado que Fachin favoreció a Moro en el juicio de prejuicio contra él, la valoración general es que optó por anular las condenas en contra de Lula para evitar que otros imputados utilicen el mismo argumento contra el ex juez, provocando un efecto dominó que podría amenazar las conquistas de la Lava Jato.
Covid-19, el declive económico y el Amazonas
Aunque ahora es libre de postularse, el panorama político ha cambiado desde que Lula dejó la presidencia en enero de 2011 con un índice de aprobación récord del 83%, lo que lo convierte en el presidente más popular en la historia moderna de Brasil.
Después del discurso del miércoles, el dólar cayó un 2,50% y la bolsa brasileña subió un 1,30%. Las encuestas de esta semana colocan a Lula solo 6 puntos porcentuales detrás de Bolsonaro en las elecciones presidenciales de 2022, una brecha que se espera se reduzca después de la decisión de esta semana.
El regreso político de Lula en medio de la crisis de la Covid-19, que ya ha matado a más de 270.000, la segunda cifra más alta del mundo. Bolsonaro ha sido constantemente criticado por minimizar la pandemia y por negar la ciencia, agravando el problema en un país donde implementar medidas de aislamiento ya es un desafío, dado que el 41,4% de la población trabaja en la informalidad y al menos 13,4 millones viven en condiciones de hacinamiento en comunidades marginadas.
A pesar de que Bolsonaro fue elegido en parte gracias a sus promesas económicas ultraliberales, el PIB brasileño, que creció solo un 1% en el primer año de la presidencia de Bolsonaro, se contrajo un 4,1% en medio de la pandemia, el peor revés desde 1996. Con la expansión de su agenda de extrema derecha, Bolsonaro perdió algo de apoyo de la élite financiera, y la inversión en el país se redujo a la mitad. Su desprecio por el medio ambiente – especialmente en la Amazonía, que vio tasas récord de deforestación bajo su administración – también dañó la relación de Brasil con algunas de las economías más poderosas del mundo: el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha amenazado a Brasil con sanciones económicas, y las empresas europeas con boicotear productos brasileños.
Aunque el escenario mundial actual no se puede comparar con el boom de commodities de cuando llegó al poder, el historial de Lula en la lucha contra la pobreza y el crecimiento económico seguramente atraerá a muchos. Esta popularidad, sin embargo, no siempre se extendió al PT, que vio el juicio político de la primera presidenta de Brasil en 2016 y es en gran parte responsable de la crisis económica que afectó al país después de la recesión global de 2008-09.
De hecho, el antipetismo visceral fue un factor importante que influyó en la campaña ganadora de Bolsonaro en 2018. Según una encuesta de octubre de ese año, publicada entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el 25% de los participantes citó el rechazo al PT como razón para votar por el controvertido presidente brasileño.
El PT también divide a la izquierda brasileña, con muchos acusando al partido de fragmentar e impedir la creación de un frente fuerte para enfrentar a Bolsonaro.
Y aunque las dificultades actuales de Brasil pueden alentar a Lula, especialmente después de los eventos de esta semana, es precisa mucha cautela. La anulación de su condena no es una victoria definitiva para él o sus seguidores. En un país con una constitución de más de 400 páginas y un sistema legal complejo, las decisiones se pueden tomar y rechazar en cuestión de días. Pero Lula y sus seguidores ciertamente celebrarán mientras puedan. Después de todo, Bolsonaro parece asustado.
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