Los datos de fallecidos y heridos aumentaron. Luego de ello, una breve tregua militar permitió levantar más voces sobre la necesidad de sentar a los representantes de los distintos poderes del Estado con los dirigentes del movimiento indígena.
De parte del gobierno se habló de que siempre estuvieron abiertos al diálogo y desde el movimiento indígena se denunciaba que ellos vienen aupando el diálogo desde junio de 2021, pero sin respuestas concretas y efectivas, y que entonces más que dialogar ellos desde el inicio habían dejado en claro cuáles son sus 10 puntos requeridos y que sobre esos puntos ellos dialogarán.
Tras 14 días de paro, finalmente se conformó una mesa de negociación y diálogo promovido por los distintos poderes del Estado, defensores de derechos humanos de la sociedad civil como observadores, representantes de la iglesia ecuatoriana como facilitadores y dirigentes del Gobierno Nacional y del movimiento indígena como actores principales.
El diálogo avanzó hasta la noche del día 27 pero, tras un enfrentamiento en la Amazonía entre un convoy militar y manifestantes durante la madrugada del día 28, se produjo un muerto por parte del Ejército ecuatoriano. Ante este hecho, el Gobierno de Ecuador cerró el diálogo, y lo que es más grave, se negó a reconocer al presidente de la CONAIE, Leónidas Iza, como interlocutor para cualquier negociación futura, lo cual está inflamando a la dirigencia indígena y cualquier avance que se tuvo hasta el momento, ha quedado ahora en punto muerto.
Por su parte, la dirigencia indígena, a pesar de contabilizar 5 muertos y más de 300 heridos durante las protestas, además de varias denuncias por violaciones a los derechos humanos, mantiene su voluntad de diálogo.
Finalmente, tras la votación que tuvo lugar la noche del 28 de junio en la Asamblea Nacional, el último intento de la bancada del correísmo de destituir al Presidente de la República no tuvo éxito.
Hoy, el panorama es muy preocupante en el Ecuador. Está claro que el movimiento indígena no tiene en su agenda el derrocamiento del presidente Lasso, ni tampoco el vandalismo y la violencia. Ellos presentaron 10 consignas muy específicas, que tienen que ver con mejorar las condiciones de vida de los sectores más desfavorecidos de la sociedad ecuatoriana, así como también frenar el avance de las industrias extractivas que están amenazando la vida en sus territorios.
Lo que va dejando al país este paro nacional es una fragmentación muy importante que se manifiesta en narrativas de odio y racismo hacia los pueblos indígenas, agravadas por un clasismo y una prepotencia hacia los pueblos campesinos y rurales, a quienes se les menosprecia y acusa de violentos, cuando la violencia ha sido antes estructural en un sistema injusto e inequitativo.
La sociedad ecuatoriana tardará en sanar estas heridas que hoy siguen abiertas y sangrantes. Solo podrá hacerlo cuando aparezca una clase política que sepa construir sobre las diferencias y que no se atrinchere en sus visiones egoístas y miopes.
El paro, por ahora, no para, lo que sí paró fue el diálogo y eso nos deja con pocas luces al final del túnel en estas horas oscuras de la historia nacional.
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