democraciaAbierta: Opinion

La prensa brasileña y el sadismo

¿Cuánto sadismo hay en el antipetismo de la prensa brasileña?

Jean Wyllys
12 octubre 2022, 9.41am

"Sadismo". Ilustración original de Jean Wyllys

Si es cierto que la democracia crea sus propios enemigos internos, podemos afirmar categóricamente que uno de ellos -y uno de los más peligrosos para la vida democrática- es la prensa que actúa deliberadamente con deshonestidad intelectual para perjudicar a los agentes o partidos políticos que van en contra de los intereses políticos y económicos de sus propietarios.

Este es el caso de la prensa hegemónica brasileña y su histórico y patológico antipetismo (la permanente campaña de difamación del Partido de los Trabajadores y de deshumanización de sus dirigentes y parlamentarios, principalmente de Luís Inácio Lula da Silva).

De hecho, las historias del PT y de Lula se pueden contar incluso desde su difamación por parte de la prensa de derechas, pues el partido ya es difamado por medios de comunicación cuyos propietarios se enriquecieron mucho durante las más de dos décadas de dictadura militar y que crearon a Bolsonaro, entre otros monstruos.

A causa del antipetismo, la prensa hegemónica brasileña (prensa de derecha) convirtió a la "Lava Jato" -una organización política y criminal de extrema derecha que involucraba a sectores del Poder Judicial y del Ministerio Público y que recurría a la guerra de leyes y a la flagrante falta de respeto por el Estado de derecho democrático- en "salvadores de la nación".

El antipetismo también ha hecho que esta misma prensa ayudase a convertir el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff en una acción legítima. En momentos como éste, en el que los agentes de los tres poderes se unen para eliminar criminalmente el mandato de un presidente elegido, lo que se espera de una prensa verdaderamente libre y democrática es la defensa de la verdad. Pero en el caso de la prensa brasileña, se optó por la mistificación y la desinformación a favor de los golpistas. Entre ellos, Bolsonaro, que destacó por haber dedicado su voto a favor del impeachment al torturador de Dilma Rousseff, Brilhante Ustra.

Y es a partir de este momento que quiero abordar la tolerancia o la complicidad de la prensa de derecha brasileña con el sadismo. No cabe duda de que hay algo de sádico en alguien que, en una sesión parlamentaria, hace apología de la tortura, un crimen contra la humanidad. Sin embargo, este gesto de Bolsonaro nunca ha sido tratado por la prensa con la responsabilidad que se espera de ella.

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Por el contrario, todas las expresiones de sadismo de la ultraderecha en sus manifestaciones callejeras de 2015 a 2018 -manifestaciones en las que Bolsonaro, con la ayuda de los militares nostálgicos de la dictadura, emerge como conductor de emociones políticas bajas y dañinas-, todas estas manifestaciones han sido ignoradas o normalizadas por la prensa.

Bolsonaro ha venido a impulsar el odio y el sadismo de aquellas personas que no se sienten recompensadas por la vida, por lo tanto "agraviadas", que no reconocen su mediocridad, albergan una envidia enfermiza de la gente que triunfa y tienen miedo a cualquier transformación social porque no están seguros de tener cabida en el nuevo orden.

En "El amor a la vida", el filósofo, científico social y psicoanalista Eric Fromm, explica que los sádicos siempre apelan de forma enfermiza al orden y a la disciplina militar y siempre exigen que un líder o alguna entidad superior los autorice (este ente superior puede ser incluso el "pasado glorioso", "la patria" o "la Iglesia"). Sin embargo, siempre son crueles e insensibles con los que son vulnerables o se perciben como jerárquicamente inferiores a ellos.

Esto puede explicar la obsesión y la crueldad de los fascistas hacia las minorías étnicas, sexuales y políticas; y su odio hacia cualquier política que otorgue, a estas minorías, el estatus de ciudadanos de pleno derecho. Esto explica el odio aparentemente irracional hacia Lula y su política de inclusión y empatía. Los sádicos -sea cual sea la intensidad con la que se expresen- quieren mantener intacta la sociedad en la que pueden ejercer su crueldad mientras obedecen órdenes de los superiores.

Hay muchos ejemplos de sadismo por parte de Bolsonaro y sus votantes, ya sean los orgullosos o los sinvergüenzas avergonzados que, en la soledad de las urnas, votan al fascismo. Si, siempre según Fromm, el sádico cosifica a las personas vulnerables y no tiene, hacia ellas, ninguna compasión o empatía, podemos afirmar sin miedo que el comportamiento de Bolsonaro y su secta durante la pandemia del COVID 19 fue el de un innegable sadismo. Mientras cientos de miles de personas morían sin oxígeno en los hospitales, Bolsonaro y su secta se burlaban de las víctimas y fomentaban el contagio.

Salvo raras excepciones, el sadismo del presidente y sus frecuentes mentiras no fueron claramente denunciados

Incluso en este momento oscuro, el comportamiento de la prensa hacia Bolsonaro fue ambiguo. Salvo raras excepciones, el sadismo del presidente y sus frecuentes mentiras no fueron claramente denunciados. Y nunca se dio la debida importancia a la corrupción promovida por su gobierno en el momento más doloroso para la nación. Si comparamos esta cobertura informativa con la de las acciones de "Lava Jato" -todas dirigidas a perjudicar a Lula y al PT sin presentar pruebas- podemos decir que la prensa actuó más como los asesores del gobierno, burlándose de su sadismo.

En este mismo espíritu de asesoramiento, la prensa brasileña busca poner paños calientes sobre otro ejemplo de sadismo de Bolsonaro. En una entrevista con el New York Times, Bolsonaro dijo que estaba dispuesto a comer la carne de un indígena que estaba siendo cocinado con plátanos, y que sólo no lo hizo porque nadie quería acompañarlo en sus impulsos caníbales. Este discurso tuvo repercusión internacional, por supuesto. Primero por el evidente sadismo que expresa, y segundo porque, para "explicar" y "justificar" su crueldad, Bolsonaro se inventó el cuento de que los indígenas Yanomamis son caníbales.

La campaña de Lula en esta segunda vuelta electoral decidió dar publicidad a otro de los sadismos de Bolsonaro. ¿Y cuál fue la reacción de la prensa hegemónica brasileña? Bueno, atacar a Lula, por supuesto, acusándole de "degradar" la campaña electoral. Con relación al sadismo de Bolsonaro y sus mentiras, ni una palabra. Esta prensa ni siquiera relata la forma en que Bolsonaro expresa su crueldad hacia los vulnerables (¡no es un mero detalle que la carne que dijo que comería provenga de un indígena!).

Esta semana un anciano bolsonarista dijo en un supermercado que su ídolo mataría a todos los negros, "gente fea", según él; y un profesor en Paraná hizo el saludo nazi en medio del aula.

No hace falta ser un investigador en sociología, comunicación o ciencia política para ver el sadismo como base de identificación entre Bolsonaro y su secta. Basta con ser un periodista intelectualmente honesto, algo raro en la prensa antipetista. Contra el PT, para evitar que Lula vuelva a ser presidente, esta prensa cree que todo vale, incluso hacer borrón y cuenta nueva para los sádicos.

Las preguntas finales que hay que hacerse son: ¿cuánto hay de sadismo en el comportamiento de los periodistas que, con la excusa de cumplir órdenes, se prestan a suavizar la crueldad de Bolsonaro y a normalizar su mitomanía? ¿Cuánto sadismo hay en el antipetismo de la prensa brasileña?

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