Tras la elección de Dilma Rousseff en 2010, la ultraderecha brasileña comenzó a adquirir nueva entidad política y espacios en la esfera pública. No por mera coincidencia fueron esas las elecciones que me otorgaron mi primer mandato como diputado federal.
Sí, Dilma Rousseff tuvo que enfrentarse a los ecos de la crisis del capitalismo financiero iniciada en 2008 en Estados Unidos -crisis que generó el movimiento "Occupy Wall Street"- y a los efectos de la llamada "Primavera Árabe" en los movimientos sociales urbanos de izquierda. Todo ello contribuyó a la erosión de su popularidad, puesta en marcha por la prensa de derechas, hegemónica y anti-Petista.
Sin embargo, Rousseff tenía un enemigo oculto -incrustado incluso en su propia base parlamentaria- que, citando el verso de Cecília Meirelles, ejercía el poder sordo de los gusanos. La extrema derecha brasileña -instalada en el Congreso Nacional con diputados electos que eran pastores de iglesias neopentecostales; miembros o ex miembros de las fuerzas de seguridad (policía y fuerzas armadas); y con el diputado Bolsonaro, nostálgico declarado de la Dictadura Militar y vinculado a las milicias urbanas- fue y sigue siendo misógina y sexista. Por ello, no toleró a la presidenta y vio en su género la "debilidad" ideal para asestarle un golpe.
Resulta que esta extrema derecha es también y principalmente homófoba; de ahí que no tolerase mi presencia en el hemiciclo, con las mismas atribuciones que tienen los demás diputados. En consecuencia, la sexualidad y las cuestiones de género fueron la primera munición utilizada contra Dilma y contra mí.
En 2013, la oficina de Bolsonaro dio a conocer la primera noticia falsa promovida masivamente en las redes sociales, especialmente en Facebook, por pastores de las mafias neopentecostales, entre los que destacó Silas Malafaia: la noticia fraudulenta afirmaba que yo había defendido la pedofilia en una entrevista en la cadena CBN, del grupo Globo.
Por mucho que pienses, nunca tendrás idea de lo que es ser víctima de este crimen, de esta violencia. Solo, y sin entender realmente lo que estaba pasando, intenté contener la difamación a mi manera.
La CBN tardó seis meses en emitir un comunicado desmintiendo el meme, y sólo lo hizo después de muchos llamamientos por nuestra parte y porque ella mismo estaba siendo atacado por la misma mentira.
Antes de esta mentira, la oficina de Bolsonaro ya había seccionado un discurso mío para la televisión, sacándolo de contexto, para sugerir que yo había llamado estúpido al pueblo.
Lo anecdótico de estas dos historias es que, a fin de cuentas, fue Bolsonaro quien verdaderamente dijo que el pueblo era estúpido y quien, en un discurso homófobo ante la Comisión de Derechos Humanos, expresó la fantasía de "emboscar a los niños a la salida de la escuela", algo similar a lo que haría años después con las niñas venezolanas.
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