La inmigración nos atrapó la primera vez que pasamos la frontera a El Chuco (El Paso, TX). Un amigo de allí nos invitó a mí y a mi hermano a ir. Su padre trabaja en la construcción. Mi amigo nos ofreció un trabajo y un lugar para quedarnos, así que por eso quisimos ir.
Pensé que encontraría trabajo allí y volvería a Juárez algún tiempo después con mi propio coche. Y pensé que ganaría algo de dinero con lo que pudiera hacer allí. Pero para ser honesto, me imagino que el ambiente del Chuco es feo. Allá no tienes vida. No puedes salir a la calle, sobre todo si eres migrante. Sólo de casa al trabajo y ya está. Vives como un prisionero. No puedes vivir allí como se vive aquí. La única razón por la que iba era por el trabajo.
Esa primera vez éramos unos seis tratando de cruzar. Los otros habían venido de diferentes lugares, como Honduras. Estábamos... estábamos nerviosos. Cuando estás en el momento, tienes miedo. Tienes mucho miedo.
Caminamos hasta el lugar donde ya no había valla. Conseguimos cruzar la frontera y hasta cruzamos las vías. Llegamos bien al punto de encuentro, pero el transportador tardó en llegar, así que la migra (la policía de inmigración estadounidense) nos atrapó. Llegaron en sus camiones grandes. Nos trataron mal. Sobre todo, cuando eres nacido aquí, de los barrios cercanos a la frontera, porque piensan que uno los lleva, que somos corredores (guías).
Les dije que no era un corredor, que no estaba cruzando a nadie. Dije que "buscaba el sueño americano". Dijeron que ya debía saber cómo funcionaban las cosas y que cómo íbamos a hacer el sueño americano si vivíamos tan cerca. Me agüité (entristecí). Me encerraron en una celda donde hacía muchísimo frío que le dicen la hielera. Cuando les pedí una cobija, me dijeron que no, que no estaba en mi rancho. Pero no estuve allí mucho tiempo. Me echaron de un día para otro y me enviaron de vuelta a México.
La inmigración estadounidense no me hizo preguntas, pero el personal que nos interrogó una vez que nos devolvieron a Juárez sí lo hizo. Querían saber cuántos migrantes estábamos cruzando. Les dije que iba por mi cuenta. Por lo demás, ellos sí nos trataron bien. En el lugar había literas y una televisión y pude comer unos fideos. Mis padres me regañaron cuando llegaron a recogerme, por supuesto. Me decían que no debía volver a cruzar. Decían que tenía que hacer caso, lo típico y aburrido.
Intenté cruzar a gente hace uno o dos meses. Esta vez era diferente. Quería ganar dinero y la paga era de 300 dólares por persona. Eran cuatro en total, y conduje el grupo yo solo. Inmigración los atrapó cuando llegamos, pero yo logré llegar hasta el punto de encuentro. Esperé unas cinco horas escondido. La gente del lado de Texas nunca envió el transportador, así que tuve que entregarme yo mismo. Esa vez pasé tres días encerrado en el refugio.
Hay mucho trabajo de este tipo en este momento, pero igual ya está muy caliente en todos lados, tienen bien protegido. La guardia nacional se ha desplegado junto a la policía para detener a los migrantes. Las ciudades y la frontera están realmente fortificadas. Creo que ayuda a los gringos tener muchos policías allí. Pero la gente siempre encontrará la manera de pasar.
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