
Tráfico de migrantes hacia Estados Unidos: 'se arriesga mucho por poco'
Este adolescente cruzó personas por la frontera entre Estados Unidos y México, pero la muerte de un amigo lo hizo reflexionar


A veces pienso en las personas que han muerto al cruzar de México a Estados Unidos. Se han ahogado, se han perdido o han muerto. Pero querían intentarlo. Cruzar: ese era su sueño.
Recuerdo la vez que llevé a un hombre al otro lado de la frontera. Unos hombres habían pasado buscando a un tipo que conocían y que trabajaba como coyote. Como no lo encontraron, me preguntaron si quería ir. No tenía trabajo y me ofrecieron 150 dólares. Les dije que sí.
Se arriesga mucho al cruzar. Puede pasar cualquier cosa en el camino. Te pueden agarrar, pero eso no es lo peor porque si eres menor de 18 años, la inmigración estadounidense te deja ir. Mucho peor son las formas en que puedes morir. A veces los hombres a los que llevas al otro lado quieren matarte. Los soldados también pueden matarte si te ven.
A uno de mis amigos -Marcos, el hermano de Luís- lo mataron porque robaba a la gente que cruzaba. Les quitaba los celulares y el dinero. De todas formas, los teléfonos mexicanos no sirven allá; los teléfonos de Estados Unidos son los únicos que funcionan. Pero los migrantes se quejaron y los jefes de Marcos se enteraron. No les gustó, así que mandaron a algunas personas a matarlo.
Estábamos en casa de una chica cuando llegaron. Gritaron "¡abran!" y lo primero que pensé fue: es la policía. Entonces quebraron la puerta y empezaron a disparar. Aquí tengo un raspón de una bala; un poco más arriba y me da.
Estábamos en el cuarto y Marcos, Luis y yo tratábamos de mantener la puerta cerrada. La teníamos agarrada, pero yo me cansé. Ellos siguieron sosteniendo la puerta y yo me metí al baño. Y justo a tiempo. Fue entonces que tumbaron la puerta del cuarto y agarraron a Marcos. Le decían "ya sabes por qué", y luego lo mataron. Yo vi todo cuando lo mataron. Le dispararon, cayó al suelo y le dispararon dos veces más.
Luís estaba en el suelo gritando. Lo agarraron por la cabeza y también le dispararon. Se cayó, pero no murió. Salí para ver si Marcos estaba vivo o no. No estaba vivo. Había mucha sangre, tenía los tenis salpicados. Dispararon más antes de irse balas y rebotaban. Quebraron todos los vidrios. Parecía una masacre.
Cuando se fueron, intenté ayudar a Luis. Me quité la camisa y se la enredé en el cuello y le dije, “No te desmayes, sé fuerte carnal.” Luego corrí a buscar ayuda.
Así que ese es el problema. No es sólo que puedas tener problemas con la policía. Es la mafia. Tienes que hacer lo que te dicen o te matan.
Tienes que hacer lo que te dicen o te matan
Sólo he cruzado la frontera una vez. Quería saber cómo era. Pero no sabía lo que estaba haciendo. Sólo me dijeron: 'Ve de aquí a allá. Verás las casas. Entonces escóndete'.
Fui con un amigo. Yo era responsable de un migrante y él de otros dos. La “migra” de Estados Unidos nos vio a través de sus cámaras mientras cruzábamos. Vinieron en caballos y motos y atraparon a mi amigo, pero no me vieron a mí porque nos habíamos escondido en el canal. Después conseguimos llegar al punto de encuentro en las afueras de El Paso, donde unos hombres nos recogieron. El chico con el que me cruzaba se fue a un hotel. Yo fui al puente para volver a Juárez.
Ahí es donde me atraparon. Fui por el camino equivocado y me vieron en las cámaras. Tenía los zapatos llenos de barro, los pantalones llenos de barro y la chaqueta llena de espinas. Un tipo me llamó a la cabina junto al puente, donde los agentes de inmigración me rodearon y me registraron. Me quitaron todo, me quitaron la gorra, la camisa y todo. Me hicieron muchas preguntas: dónde vivía, de dónde venía, por qué estaba allí, por qué crucé, qué quería hacer allí, si tenía parientes o no, si venía a trabajar, a robar o a otra cosa. Te preguntan todo eso.
Les dije que me habían ayudado a cruzar, porque es un delito mayor si eres tú quien cruza a la gente por la frontera. Además, también buscarán a las personas que has ayudado a cruzar la frontera si les dices que eres un guía. Estuve encerrado un día y medio antes de que un licenciado mexicano viniera a buscarme. No dejan salir a los menores de edad sin compañía. Es peor cuando tienes más de 18 años. A los adultos los pueden dejar en la cárcel por años, pero a los menores de edad los mandan de vuelta a casa.
El hombre al que crucé me dio incluso 500 pesos más (24 dólares) por la ayuda. Iba muy triste, lloraba mientras atravesábamos el desierto. Él decía que no podía más, que no aguantaba más y que se iba a quedar. Pero yo lo esperaba y le decía, “No, levántese. Vámonos, ¿cómo te vas a quedar?" A mí me atraparon, pero él sí logró llegar, él sí lo logró.
Vivir escondido no es normal
Mi madre me regañó, pero aun así me pagaron por el trabajo. Cuando salí, les dije: 'La inmigración me atrapó, pero yo lo mandé en el coche. No sé nada más'. Me dijeron: 'Ese es tu trabajo. El resto es de ellos. Si los atrapan, es su problema. Tú ya has hecho tu trabajo'. Me pidieron que siguiera trabajando, pero me negué. Quiero conseguir una visa para Estados Unidos algún día, y si me vuelven a agarrar no podré ir en mucho tiempo. Se necesitan años para limpiar tu expediente.
Quiero ir, pero quiero hacer las cosas bien. ¿Por qué arriesgarme a que me atrapen? Un amigo mío no tiene documentos y lleva años allí. Dice que está chido, pero no puede salir como una persona normal. Está encerrado en una habitación. Sólo sale a comer o a trabajar, y sólo puede trabajar en lugares que lo acepten. Aun así, puede perderlo todo fácilmente. Los lugares que le dan trabajo son también lugares que la migra puede revisar. Si el jefe no te esconde en la cocina o algo así, se te llevan.
Eso de vivir escondido no es normal. Así que voy a conseguir mi visa para asegurarme, y entonces podré ir allí. Imagínate que vas allí y creas una familia. Te casas con una chica, construyes una familia, pero luego vienen a por ti y te mandan de vuelta. Lo pierdes todo.
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No he salido mucho desde que dispararon a Marcos. Durante el día cuido a mi sobrino mientras mi madre y mi hermana están trabajando. Soy el que limpia todo, lavo trastes, trapeo, barro y todo. También estoy estudiando en la preparatoria y trabajando. Estoy estudiando el inglés, aunque no es fácil. Quiero ser un ministerial y hacer las cosas bien.
Y si salgo por la noche, me quedo cerca de casa y me aseguro de volver pronto. Tampoco salgo ya con gente del negocio; gente a la que se busca. Nunca se sabe. Si vienen a buscar a alguien y yo estoy allí, nos matarán a los dos. O, si me junto con la gente equivocada, podrían confundirme con otra persona. Eso ocurrió una vez. Una vez, un hombre en un coche se detuvo y me apuntó con una pistola. "Ven aquí", dijo, "déjame verte". Me quité la gorra. Me miró un momento y luego le dijo al conductor: 'Este no es. Vámonos'.
Puedes arriesgar tu vida, perder todo, por poquito. A veces sí está difícil, no digo que no, pero hay que echarle ganas para que pueda ser algo. Sí, para que salgan bien las cosas.
Esta historia forma parte de una serie de testimonios de niños y madres que viven en Ciudad Juárez, en la frontera entre México y Estados Unidos. Todos los niños fueron sorprendidos cruzando a los Estados Unidos, ya sea para seguir sus sueños personales o para traficar con personas, y ahora están recibiendo servicios de justicia restaurativa de la ONG Derechos Humanos Integrales en Acción. Los testimonios fueron preparados junto a los defensores de DHIA y han sido editados para mayor claridad. La ilustración del orador es una representación ficticia realizada por Carys Boughton (Todos los derechos reservados). El nombre del orador también ha sido modificado.
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