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Buscando la esperanza en una ciudad de traficantes

Melly ha pasado su vida en maquiladoras en la frontera mexicana. Tiene la ilusión de una mejor vida para su hijo

6 junio 2022, 4.12pm

Fernando Loera. All rights reserved

Melly

Empecé a trabajar a los 15 años. Primero encontré un trabajo en una tienda de telas y durante un tiempo viví con una tía. Luego, a los 16 años, me trasladé a Juárez y entré en la maquiladora. En aquella época se podía conseguir un trabajo en una fábrica con sólo un diploma de primaria y un certificado de nacimiento.

Empecé en el almacén de una fábrica de lentes de plástico. Empaquetábamos los lentes y las enviábamos a China, donde se añadían las monturas. Era un trabajo ligero, de oficina. Me gustaba. Desde entonces he trabajado en muchas maquiladoras diferentes, siempre en maquila. La pandemia cambió eso. Al principio me descansaron sin paga. Luego me pidieron que volviera a trabajar, pero no me pagaban el total, a veces la mitad, a veces incluso menos. Tuve que renunciar.

Ahora trabajo en DHIA, una ONG que se ocupa de los niños que han sido capturados al cruzar la frontera con Estados Unidos. Mi hijo Omar es uno de ellos. Estaba en el trabajo el día que lo intentó. Llegué a casa y no lo encontraba. Hacia la medianoche, una vecina me dijo: 'Se fue con el muchacho. Se iban a brincar'.

Toda la noche lo busqué y pregunté por él, hasta la mañana. Me hablaron como a las 4:00 PM, que fuera a recogerlo, porque lo habían agarrado allá y regresado para acá.

El tipo con el que se fue era el ex marido de mi hija que se aferraba mucho a irse. Omar lo había admirado mucho por alguna razón. Hacían muchas locuras juntos: vicios, alcohol, etc. Con él, mi hijo se sentía libre, hacían lo que les daba su regalada gana. Así que cuando decidió marcharse, Omar se fue con él. Mi hijo tenía entonces 16 años. Al parecer, un chavalito del barrio les enseñó el camino; ni siquiera les cobró porque se conocían. Un par de chicos más también los acompañaron. Sólo uno consiguió quedarse en Texas. Los demás fueron devueltos.

Su padre murió cuando tenía ocho años, y desde entonces he trabajado siete días a la semana

Cuando fui a recogerlo tenía ganas de darle un estrujón, pero también me daba gusto que estaba bien y estaba aquí. Tenía coraje y sentimiento porque no me había contado nada. Si me hubiera dicho: 'Mami, quiero ir con mi hermano al otro lado', yo a lo mejor. Pero no, toda la noche de preocupación. Me entristeció que no confiara en mí. Para él todo terminó muy rápido, pero a mi exyerno lo metieron en la cárcel porque lo habían agarrado cruzando varias veces antes. Hace poco lo soltaron.

Omar era un chico muy rebelde, pero últimamente se ha vuelto más tranquilo. Le he preguntado si se va a ir de nuevo y dice que no. Pero quién sabe. Tiene hermanos mayores que han llegado a Texas y ellos se la cuentan muy bonita.

Lee la misma historia, contada esta vez por Omar

Me gustaría que terminara la escuela. Dice que quiere aprender a arreglar electrodomésticos y espero que lo haga. No le dará una gran carrera, pero es bueno con las manos y le ayudará a conseguir un trabajo en una maquiladora. Alguien que entiende de electrónica gana más que un operador en la línea. Un operador común y corriente apenas gana lo suficiente para sobrevivir.

Era un vago de primera. No le gustaba la escuela. Ahora ya es más tranquilo, su problema ahorita es de la visión. Le hicieron una operación, pero dijo el oftalmólogo que no había servido de nada. Ya nomás queda el trasplante de córnea. Tal vez eso también lo afectó en la escuela. Me decía, “¿A qué quiere que vaya? Si no veo". Ahora en la escuela es diferente porque aquí le daban la oportunidad de estar pegado en el libro y estar sin tener vergüenza. También tuvo la oportunidad de ver a una psicóloga, y está tranquilo. Ha cambiado mucho.

Su padre murió cuando tenía ocho años, y desde entonces he trabajado siete días a la semana. ¿Por qué? Porque no estudié. No porque no quisiera, sino porque no tuve la oportunidad. De alguna manera me las arreglé para mantener a mis tres hijos con el sueldo de un operador normal. Pero le pregunto si realmente quiere ser como yo. Estudia, le digo, para tener la oportunidad de ganar un poco más. Le digo que trabaje mucho, 'Algunas mujeres tienen la oportunidad de casarse con alguien bueno', le digo, 'pero tú eres hombre. Vas a trabajar toda tu vida'.



Esta historia forma parte de una serie de testimonios de niños y madres que viven en Ciudad Juárez, en la frontera entre México y Estados Unidos. Todos los niños fueron sorprendidos cruzando a los Estados Unidos, ya sea para seguir sus propias aspiraciones o para traficar con personas, y ahora están recibiendo servicios de justicia restaurativa de la ONG Derechos Humanos Integrales en Acción. Los testimonios fueron preparados junto a los defensores de DHIA y han sido editados para mayor claridad. La ilustración del orador es una representación ficticia realizada por Carys Boughton (Todos los derechos reservados). El nombre del orador también ha sido modificado.

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