El pasado 10 de abril, los mexicanos fueron convocados a las urnas para decidir sobre la permanencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la presidencia del país.
La opción ganadora fue “Que siga”, con 15,15 millones de votos, que equivalen a cerca del 92% de los sufragios. Sin embargo, en los comicios sólo participó el 17,7% de los casi 94 millones de mexicanos habilitados para votar, una cifra muy inferior al umbral del 40% que establece la ley para que el referendo fuera vinculante.
¿De qué sirvió, entonces, este referendo? Al menos para López Obrador, ha servido para varias cosas.
Primero, una de sus propuestas de campaña para revitalizar la democracia del país, aquejada por la corrupción, la impunidad y la falta de representatividad, era crear nuevos mecanismos de participación ciudadana. Para ello, impulsó una reforma constitucional en 2019, que además del referendo revocatorio, también habilitó la consulta popular.
Al ser él mismo el primer presidente que se somete a este tipo de referendo, AMLO no sólo refuerza la imagen de ser un mandatario que cumple lo que promete, sino de que además no le tiene miedo a escuchar la voluntad popular.
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